domingo, 4 de noviembre de 2012

La Alianza del Pacífico en su relación con el resto de América Latina

Hace algunos meses, Andrés Oppenheimer publicó una columna en el diario La Nación de Buenos Aires, en la que señalaba la existencia de dos Latinoaméricas. Una comprometida con el libre mercado y la inserción global, conformada principalmente por Chile, Perú, Colombia, México y Panamá, con la mirada hacia el pacífico y el intento de inserción en bloques comerciales de largo alcance como punto común. Chile, Perú y México son miembros de APEC y Colombia ha iniciado desde ya hace algunos años ingentes esfuerzos por alcanzar acuerdos de libre comercio con varios países, entre ellos Chile y los Estados Unidos. Panamá ha sido llamada por la prensa “el Singapur de América Latina” por el potencial que tiene y pese a las sombras de una burbuja inmobiliaria (Laprensa.hn, 2011)
La otra, conformada por países que han puesto más resistencia a la inserción en bloques comerciales grandes y donde se ha beneficiado más la venta de materias primas. Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay formarían este bloque. Miran al atlántico y su mayor esfuerzo por integrarse comercialmente se ve reflejado en el Mercosur.
Para Edgar Vieria (Retrospectiva, 2011) esta conformación dual de América Latina tendría su reflejo formal en la recientemente constituida Alianza del Pacífico y el ALBA. La coincidencia no es completa con la opinión de Oppenheimer, pero sí es útil para reconocer las dos posturas que tienen los actores secundarios en América Latina. Es decir, Brasil queda fuera de la ecuación tanto por sus dimensiones como por las características de la inserción global a la que aspira. Allí el ALBA como bloque sí cobra sentido, en contraposición a los países que han empezado a mirar con mayor énfasis hacia el pacífico y a liberalizar crecientemente sus mercados.
En ese marco, nacen una serie de interrogantes, algunas más difíciles de responder que otras, que tienen a ver cómo se inserta este nuevo bloque en el amplio –quizás demasiado amplio– abanico de organizaciones latinoamericanas de integración. ¿Qué posición puede tener Brasil en esto? ¿Cómo se relacionará con el Mercosur? ¿Y con la Comunidad Andina? ¿Qué postura tienen los demás países latinoamericanos con costas al pacífico?
Comunidad Andina y Mercosur
En primer lugar, la gran diferencia con el otro gran bloque comercial de América Latina: El Mercosur, es que en conjunto el nuevo bloque exporta más del doble que el Mercosur, representando cerca de un 55% del comercio exterior de la región y, además, teniendo una inserción muy significativa a través de tratados bilaterales de libre comercio. Eso se contrapone con lo que recientemente han hecho Argentina y Brasil, aplicando ciertas medidas proteccionistas a su comercio exterior y enfrentando dificultades para insertarse en las redes de comercio global.
La Comunidad Andina, por otro lado, ha visto en las últimas décadas cómo sus integrantes y promotores más significativos: Chile y Venezuela, la han abandonado y, de acuerdo a Klaus Bodemer, ex director del GIGA Hamburgo, la integración de la Alianza del Pacífico por parte de Perú y Colombia viene a quebrar definitivamente una agónica CAN, que en la práctica ha dejado de existir (DW.de, 07/06) y que en su seno aloja a las dos visiones predominantes en el marco de los procesos políticos latinoamericanos: Ecuador y Bolivia, por el lado bolivariano, y Colombia y Perú, por una relación más amistosa con la globalización.
Es decir, si ponemos a la Alianza del Pacífico en perspectiva con los otros bloques de la región, nos encontramos con que viene a renovar las perspectivas de integración económica y comercial en América Latina, pero con nuevos aires, que ya no provienen de la promoción del comercio intrarregional, sino de mecanismos para insertarse de una forma más competitiva en un entorno global. La CAN y el Mercosur representan esfuerzos fracasados, fraccionados y agónicos, en tanto, la Alianza del Pacífico un nuevo camino que aspira a convertirse en un referente nuevo y que ya ha despertado el interés de otros países por integrarlo: Panamá y Costa Rica, quienes podrán ser miembros plenos del bloque –hoy son observadores– cuando terminen las negociaciones de los acuerdos comerciales que tienen pendientes con los países miembros.
Brasil en la costa pacífico
La Alianza del Pacífico viene a ser una confirmación fáctica de la importancia creciente del pacífico en las relaciones de poder a nivel global. Se suma a otras iniciativas que destacan esto, como la reciente estrategia de defensa de los Estados Unidos y la APEC, organización pionera en la integración económica de la cuenca pacífica. En ese marco, tener acceso al océano pacífico es una condición casi fundamental para llegar a ser un actor relevante en la política mundial. En esa línea, Brasil se convierte en el único BRIC sin acceso a la ribera del Pacífico y sus principales alternativas para llegar a él mediante convenios de infraestructura –fundamentalmente Chile y Perú– hoy pueden mejorar ostensiblemente su posición para negociar con Brasil este tipo de convenios.
No obstante lo anterior, se debe tomar en cuenta que dichos procesos están dados también en el marco de otros acuerdos internacionales, como el de UNASUR e incluso uno previo, la IIRSA (Iniciativa para la Infraestructura Regional Sudamericana) que nace el 2001 en Brasilia, y que promueve la construcción de carreteras transcontinentales, puertos, aeropuertos e infraestructura energética que facilite la integración. En consecuencia, no es eso lo que viene a ser más complejo para Brasil.
Lo que es más importante es que Brasil convive en América Latina con Estados con suficiente autonomía en el escenario internacional que, sin aspiraciones de hegemonía global, sí buscan insertarse en esos espacios, Chile probablemente el que más. Brasil, en ese marco, no viene a ser la gran potencia sudamericana que media en la relación del resto de los Estados con el resto del mundo. Tiene un liderazgo regional pero a nivel latinoamericano no es el único actor legitimado por el sistema internacional y eso lo ha obligado a articular alianzas en otras regiones, como el mismo BRIC y el IBSA.
La Alianza del Pacífico está constituida por potencias medianas regionales o secondary regional powers, definidas así pues las potencias regionales, en este caso, Brasil, requieren de su cooperación para alcanzar ciertos objetivos a nivel regional e incluso global (Nolte, 2006: 17). Así por ejemplo, Brasil requiere de Chile y Perú para alcanzar la cuenca del pacífico y de Colombia para generar mecanismos de cooperación en temas de seguridad regional e integración militar (Telesur, 02/05).
Con el caso de México la relación puede ser algo diferente. La distancia geográfica y los aparentemente irrompibles lazos entre México y los Estados Unidos, parecieran alejar al país azteca de América del Sur, pero la Alianza del Pacífico viene a mostrar que esto no sería tan así y que México sí tiene algún grado de interés en la región y en las posibilidades que le pueden brindar su relación con economías estables y con aspiraciones similares ¿Un desafío a Brasil? Difícilmente, pues México tiene una serie de problemas internos que le impiden sostenerse en el escenario global como una potencia de gran alcance. Pero sí es una señal para hacerse presente en Sudamérica y reiterar que en América Latina Brasil no monopoliza el poder.
Por tanto, la Alianza para el Pacífico, pese a las palabras de buena crianza de los presidentes, que han dicho que no es un bloque para desafiar a alguien, sí parece ser una instancia que busca contrapesar el rol de Brasil en la región, articulando a potencias medianas regionales en asuntos comerciales y financieros para mejorar su posición respecto de Brasilia y, más especialmente, respecto de las economías del sudeste asiático.
Ecuador y América Central
Dos elementos más dignos de mención son la posición que tienen otros países con costas en el pacífico sobre de esta alianza. Ellos serían Ecuador, Honduras, Nicaragua y El Salvador. Panamá y Costa Rica ya han solicitado su ingreso a esta Alianza y los Estados Unidos han mencionado la posibilidad de una gran área de libre comercio entre todos los países ribereños del pacífico. Algo que, de concretarse, en el largo plazo terminará por superar a APEC.
En este punto es interesante notar dos elementos. El primero es la conciencia pacífico, es decir, que tanto acercamiento tienen los países con el bloque de la cuenca del océano pacífico, tanto en términos de comercio, como por la posición geopolítica que ocupan. El segundo tiene que ver con las visiones de desarrollo de los países y su aversión por estos mecanismos de apertura comercial e inserción global.
Para el caso de Ecuador ambas condiciones están presentes. La relación del país con la cuenca pacífica es escasa, su posición cordillerana lo pone de espaldas al océano y sus propios ciudadanos tienden a mirar mucho más hacia los Estados Unidos  y a Europa por razones económicas o comerciales, que al Asia. Tendencia que, sin embargo, ha venido cambiando en los últimos años. El segundo elemento está presente desde el gobierno del presidente Correa, que ha instalado un programa con tendencia socialista bolivariana. La firma del acta constitutiva de la Alianza del Pacífico generó varias críticas a Rafael Correa, señalando que Ecuador se encuentra a la deriva en la generación de alianzas que tiendan a dinamizar la economía, salvo en su relación con China (Hoy.com.ec, 08/06). La presencia de Ecuador en UNASUR no responde a aspiraciones comerciales, pues en su génesis, UNASUR es un organismo de integración política y no comercial. El diario de Quito El Comercio fue mucho más duro, al señalar que la Cancillería ecuatoriana está mucho más interesada en defender tiranías de oriente medio que en mirar al futuro del país o, al menos, al presente (El Comercio, 10/06). A pesar de esta situación, en futuro cercano pareciera ser probable que más por necesidad que por motivaciones ideológicas, Ecuador tenga que empezar a mirar más de frente el océanos pacífico por las oportunidades que entrega.
Centroamérica es un caso variopinto. El Salvador, Honduras y Guatemala viven una escalada de violencia que acapara gran parte de las energías de los gobiernos, su relación con los Estados Unidos en términos comerciales y financieros es muy alta y solo recientemente ha aumentado tanto el comercio intrarregional como con China. Por otro lado, Nicaragua, adhiere a las líneas programáticas del ALBA, con lo que su posición es bastante parecida a la que sostiene Ecuador, en cuanto al rechazo de estas instancias que, de alguna forma, terminan consolidando las estructuras comerciales del mundo.
Como conclusión, la Alianza del Pacífico es muy nueva para evaluarla en términos globales, sin embargo, desde la perspectiva de quiénes la conforman y de los intereses de cada uno de esos Estados, no pareciera ser tan incorrecto señalar que de prosperar se empezará a convertir en una alternativa al ALBA y en versión aggiornadade la hoy fenecida ALCA, en la que más que miradas endógenas, exista la voluntad por posicionarse conjuntamente en el escenario global y mejorar la posición para negociar e incluso contrapesar el poder de algunas potencias emergentes, particularmente Brasil en América Latina; y China, India, Corea del Sur o Viet Nam, en la ribera oriental del océano pacífico, nuevo centro de las relaciones de poder a nivel global.
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Entrada originalmente publicada en www.ballotage.cl 

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