domingo, 15 de marzo de 2009

Idealismo en política ¿Podemos soñar?

Escudriñando entre algunos documentos que había escrito, encontré uno que me pareció particularmente interesante y que me gustaría compartir. Fue escrito para la cátedra Historia del Pensamiento de político, con el profesor Luis Oro Tapia. 
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El presente ensayo tiene por finalidad dar a conocer nuestra postura con respecto al idealismo en política, algunas preguntas que han surgido en torno a este planteamiento son: ¿es la política la herramienta para llevar a cabo los sueños? ¿Gobernar es lo mismo que la realización de los ideales personales? A medida que avance este ensayo trataremos de dar respuesta a estas y otras interrogantes.

En primer lugar me gustaría dar un esbozo de Estado y política para luego relacionar ambos términos y así poder llegar a una conclusión primitiva de este trabajo.  Una definición de estado bastante reconocida y, por cierto acertada, es la que da Max Weber: El estado es aquella comunidad humana que, dentro de un territorio, reclama para sí con éxito el monopolio de la violencia física legítima[1]. Podría afirmar que la definición de Weber es independiente a la ideología política, por cuanto en las concepciones que tienen de Estado las principales corrientes de pensamiento se encuentra presente, tácita o explícitamente, el concepto de “represión” que tiene que ver con la violencia.  Los anarquistas ven en el Estado una institución represora. Los marxistas, en tanto, afirman que el Estado  tiene carácter de clase y solo se dedica a  proteger los intereses de la clase dominante, lo que da lugar a una clase dominada. Los liberales, finalmente, apelan por el estado mínimo, que solo se debe hacer cargo de las fuerzas armadas y la policía para resguardar a la propiedad privada.  

Ahora, de una forma menos restringida, podríamos decir que El Estado es aquella “suma de instituciones de poder político” que puede hacer uso de manera legítima de la violencia, lo cual no implica que el Estado sea eminentemente violento.

Ahora, y continuando con el pensamiento Weberiano, la política es la actividad orientada a ejercer influencia sobre la dirección de una asociación política[2]. Es decir, la política es aspirar a posiciones de poder dentro del Estado y controlar, por añadidura, el medio exclusivo que posee el Leviatán: la violencia legítima[3]. En suma, la política es la actividad que ejercen los interesados en ocupar posiciones de poder en el Estado para llevar a cabo sus fines, por tanto, como dice Weber, la política es una actividad de interesados –con intereses altruistas o egoístas- pero interesados al fin y al cabo[4].

Schmitt, en tanto, afirma que el concepto de Estado supone el concepto de lo político[5],  ergo, podríamos matizar un poco la concepción marxista de Estado y decir que éste se dedica a defender los intereses de quienes lo controlan. Son los interesados en ocupar al Estado los que llegan a él, pero ¿su interés recae solo en el Estado? Ya lo he mencionado, quienes buscan controlar el Estado lo hacen para llevar a cabo sus intereses, sus propios fines, los cuales pueden ser perfectamente egoístas o altruistas; el político que ha llegado al Estado puede velar por sus intereses personales y privados o puede aspirar, a través de la maquinaria estatal, a llevar a cabo su “sueño de sociedad”, aquel lugar que él cree es ideal para vivir.

Ahora, me gustaría ser enfático en la frase: “aquel lugar que él cree es ideal para vivir”.  Por cuanto sabemos que los intereses de las personas no son todos iguales. El ideal de sociedad de un liberal y de un marxista es similar, pero el camino que cada uno recorre para llegar a él es completamente diferente, es decir, ambos senderos se separan y un liberal no podría encarnar de ninguna manera los intereses de un marxista. Y nótese, que estamos hablando de intereses personales pero que tienen repercusión en toda la comunidad. Una manera de vivir privada convertida en pública y obligatoria.

Pero ¿cómo es posible llevar a cabo un interés privado para que se convierta en una forma de vivir pública? El Estado es el ente que posee el medio exclusivo para conseguir aquello. Luego, controlar al Estado implica controlar los medios violentos que permiten obligar a vivir de una determinada manera.

En suma, podríamos decir que efectivamente la política, como medio de influencia hacia el Estado, es el medio para llevar cabo los sueños, pues es la única institución –o macroinstitución- que cuenta con los medios suficientes para instaurar una forma de vivir y quien se oponga, eventualmente sufrirá el uso de la violencia legítima por parte de quienes controlar al Leviatán. 

A raíz anterior surgen dos aristas y la primera da origen a la segunda: primero, dentro de la arena política conviven varios sueños, varios intereses que buscan ser concretados. Luego, el político luchará por llegar a controlar un puesto de poder y, en esta lucha se enfrentará a otros interesados cuya motivación es la misma: usar al Estado para cumplir sus fines.  Es decir, se va a producir una colisión de ideas y en democracia será la nación quien ungirá al poderoso, a quien tendrá el privilegio de poder llevar a cabo su sueño usando al Estado como medio, pero en otros regímenes el conflicto político puede ser mucho más encarnizado, una relación amigo-enemigo, como diría Schmitt, donde se termina por eliminar a quien no tiene el mismo sueño que aquel ha llegado a dominar al Estado.

Como segunda arista y, a mi juicio, como piedra angular de este trabajo, se sitúa la eventual concreción de aquellos sueños. Si quienes aspiran a un mundo perfecto conciben que los ingredientes de éste son la justicia, la igualdad y la concordia, entonces, el párrafo anterior sobraría, ya que si existiera la igualdad todos aspirarían a lo mismo y no existiría oposición a los intereses que tiene el poderoso. No somos iguales, no podemos serlo. Niebhur es enfático al mencionar las desigualdades funcionales, que olvidan aquellos que aspiran a una sociedad completamente homogénea. Por otro lado la justicia es un concepto que cae en la misma clasificación: si justicia es dar a cada uno lo que se merece ¿somos nosotros capaces de determinar lo que cada uno merece? ¿Es justo que EEUU imponga un modo de vida en Irak? ¿Querían eso los iraquíes? Otro concepto más que es inalcanzable, la justicia es demasiado subjetiva. Lo que para mi es justo puede que para otros no lo sea.

Con lo anterior lo que busco no es destruir el concepto de política como medio para llevar un sueño a cabo, lo que pretendo demostrar es que son aquellos sueños ideales los que no se pueden lograr.

Finalmente, y para dejar aún más clara nuestra postura, me gustaría graficarlo con un pequeño ejemplo: Mi sueño personal es lograr que la mayor cantidad de ancianos puedan tener una vejez digna y que vivan de la mejor manera posible aquella importante etapa de la vida. Perfectamente puedo hacer uso de las herramientas que me entrega el poder político y el Estado para llevar a cabo ese sueño, para construir una sociedad un poco mejor, pero no perfecta. Sin embargo, si mi sueño es lograr que todos –todos- obtengan el mismo sueldo, caigo en la utopía. El Estado me brinda las herramientas para conseguir aquellos, pero ¿es posible hacerlo? O, dicho de otro modo ¿son suficientes las herramientas que la política me da? Me atrevería a decir que no. No todos quieren el mismo sueldo. Es la naturaleza humana per se  la que lo impide.

En conclusión, la política es una actividad que sirve para llevar a cabo sueños –altruistas o egoístas- pero sueños al fin. El meollo no es, sin embargo, este hecho, sino que lo que hay que tomar en cuenta es la posibilidad de concretar aquellos sueños. Puede que la política me brinde herramientas, pero ¿permite la naturaleza humana construir la sociedad perfecta e ideal donde impere la paz, la justicia y el amor?, es un sueño, un atractivo sueño, pero que en la práctica es difícil de conseguir.  Por eso, para terminar, me quedo con una  frase de Weber: Podemos soñar, pero nunca perdamos de vista la realidad factual.



[1] La política como profesión – Max Weber. Editorial Espasa Calpe S.A. P.88

[2] Ibidem. P.87

[3] El poder: adicción y dependencia. Luís Oro T. Brickl Ediciones. P. 36

[4] Ibidem

[5] http://derecho.itam.mx/facultad/materiales/proftc/herzog/Schmitt%20-%20Conceptodelopoliticopdf.pdf

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