La política exterior de Chile en
los últimos años ha tenido dos ejes bastante significativos en los últimos 20
años. Primero, la inserción económica y comercial del país de manera bilateral
o en bloques de países con objetivos similares a los chilenos, esto es, la
liberalización del comercio y la eliminación de las barreras arancelarias que
dificulten la libre circulación de bienes. De ahí que el país se haya
involucrado activamente en APEC, sea hoy parte de la naciente Alianza del
Pacífico y tenga tratados de libre comercio o de complementación económica con
numerosos países en todas las regiones del planeta.
El segundo eje, de carácter más
político, dice relación con la promoción del multilateralismo y lo que la
literatura ha llamado “diplomacia de cumbres”. Esto es una forma más flexible
de generar encuentros entre los países, sin densas orgánicas institucionales,
en las que se promueve el consenso entre los países miembros y se avanza en la
medida que se vayan construyendo acuerdos de manera conjunta. De esta forma han
aparecido innumerables encuentro: Cumbre de las América, cumbre iberoamericana,
cumbre América Latina y el Caribe-Unión Europea, cumbre América del sur-países
árabes, entre varias otras en las que Chile ha tenido un rol importante como
patrocinador, como organizador o como miembro activo del proceso.
Ambos ejes de acción en la arena
internacional han estado marcados por una estrategia de regionalismo abierto.
Chile no se ha circunscrito en su política exterior sólo a América Latina.
Alberto Van Klaveren (1997) explica que la
estrategia de regionalismo que Chile ha adoptado tiene las siguientes
características: las distintas opciones de inserción regional no son mutuamente
excluyentes, más bien tienden a superponerse y a complementar objetivos
diversos de política exterior; cada proyecto de inserción tiene sus propias
incertidumbre y limitaciones, por lo que cada uno debe tener una forma
particular de atención; los acuerdos entre países deben quedar abiertos a la
incorporación de nuevos miembros; y, finalmente, la profundización de los
esquemas regionales de integración debe ser compatible con la liberalización
comercial, evitando el surgimiento de nuevas barreras que dificulten la libre
circulación de bienes y servicios.
En ese contexto, Mercosur es para
Chile una fuente de contradicciones que genera conflictos en los objetivos de
nuestra política exterior. El Mercosur planteó la generación de un arancel
externo común en un momento en el que Chile llevaba varios años reduciendo –incluso de forma unilateral– el impuesto a
las importaciones. Además de la coordinación de políticas económica,
monetarias, cambiarias, entre otras. Todo, con el objetivo de construir una
zona económica comunitaria.
Chile es un país que no ha estado
dispuesto a subordinar su actuación en el sistema internacional a otros bloques
de países o a relaciones bilaterales que puedan tener algún grado mayor de
profundidad o interés. Ha quedado claro en los últimos años que uno de los
activos más preciados del país a nivel internacional ha sido la preservación de
la autonomía para actuar y tomar decisiones. Eso quedo claramente demostrado
con la negativa de Chile a la guerra de Irak cuando en 2003 ocupaba un puesto no
permanente en el consejo de seguridad de Naciones Unidas, a pesar que
paralelamente se venía negociando el tratado de libre comercio con los Estados
Unidos. El uso de las cumbres como herramienta predilecta y la mirada, un poco
más tímida, frente a organismos que aspiran a tener una densidad burocrática
mayor son otros de los elementos que permiten inferir esta búsqueda de la
autonomía. Chile pertenece a bloques de países con límites difusos en los que
los costos del disenso son bajos y que además no le impiden actuar por
iniciativa propia en otras dimensiones en la agenda global. Como consecuencia
de esto, para Chile los espacios más cómodos los representan instancias como
APEC o Alianza del Pacífico pues en sí mismas conjugan todos los lineamientos
basales de la política exterior chilena.
Mercosur es más incómodo, aunque
es cierto que el actuar como país asociado al bloque y no como miembro pleno
permite hacer consistente el posicionamiento de Chile en términos comerciales
en América del sur. No obstante lo anterior, es importante relevar la
importancia del Mercosur para las relaciones económicas y políticas chilenas
para con Sudamérica. Podemos convenir que Mercosur no representa de manera
íntegra los valores comerciales y económicos que Chile busca promover en el
sistema internacional, pero ignorarlo puede ser un gran error si Chile busca
avanzar en el refinamiento de sus relaciones comerciales y la sofisticación de
la industria exportadora nacional.
Fuente: Sistema
de estadísticas CEPAL
Las estadísticas de la CEPAL
muestran que desde 1995 –el acuerdo de complementación fue firmado con Mercosur
en 1996– el comercio como los países del Mercosur ha crecido un 309%, siendo
los principales motores de este crecimiento Brasil y la Argentina. En términos
relativos, también Mercosur ha aumentado su peso en las exportaciones
intrarregionales de Chile, como se ve en el gráfico 2.
Fuente: Sistema
de estadísticas CEPAL
Es interesante notar la caída
entre 1995 y 2002, pues este es el periodo de crisis económicas importantes en
el continente, partiendo por lo que sucedió en México en 1994, la devaluación
del real en Brasil en 1999 y las crisis argentinas y uruguayas de 2001 y 2002
respectivamente.
Fuente: Sistema
de estadísticas CEPAL
El dato interesante que nos
muestra el gráfico 3 es que, si tomamos como año base el 2002, la participación
de las exportaciones al Mercosur respecto de las exportaciones al resto del
mundo ha tendido a crecer levemente, pasando de un 5,7% a un 8,2%; en tanto que
las exportaciones intrarregionales han decrecido en el mismo periodo, pasando
de un 20,4% a un 17,1%.
Otro punto significativo es que
Mercosur es un receptor importante de productos industriales chilenos. Después
de la recuperación económica de la Argentina y Brasil a partir de 2002, las
exportaciones de los productos manufacturas chilenos inician un proceso
exponencial de crecimiento.
Fuente: Sistema
de estadísticas CEPAL
Un informe elaborado por DIRECON
en 2011 con motivo del décimo quinto aniversario de la firma del acuerdo entre
Chile y el Mercosur señala que Mercosur es el primer destino de los productos
manufacturados chilenos, por sobre los Estados Unidos y China, lo cual viene a
mostrar la importancia de la relación con el Mercosur para que la economía
chilena profundice la agregación de valor a los productos exportados, lo que
ciertamente no se puede alcanzar en la relación con China y, en general, el
sudeste asiático, debido a los diferenciales de competitividad que existen con
esos países. La cercanía geográfica y las posibilidades de integración entre
Chile y los países del Mercosur pueden ser ventajas que Chile debería explotar
en la relación comercial con el Mercosur y, de manera más general, con América
Latina, en una búsqueda por la complementación económica sin comprometer otros
lineamientos comerciales de Chile.
No obstante, hay otros elementos
que para Chile deben tener también importancia. La relación estratégica que se
puede lograr en el seno del Mercosur con Brasil puede llegar a ser muy
importante para la política exterior chilena, dado el peso estratégico que a
nivel sudamericano tiene el país de Dilma Rousseff. Chile ya tiene instalado un
discurso de libre comercio e inserción internacional sin exclusión regional,
pero no sería posible explicar que teniendo a uno de los BRIC’s al lado, Chile
no contemple en su política exterior algún eje particular con Brasil en
términos de integración física, comercial y económica. Y es más, pues si bien
es cierto que Chile participa activamente de UNASUR, en donde Brasil es también
un actor relevante, pero dada la actuación de Chile en el sistema internacional
parece poco conveniente que la relación con el país más importante de la región
quede subsumida a un organismo regional.
Mercosur tiene potencialidades
que van más allá de lo económico. En una columna publicada en Ballotage.cl
revisé el punto para la Argentina. En el caso de Chile, sin ser miembro pleno,
puede aprovechar la serie de ventajas económicas y comerciales que el bloque
puede entregar, así como también aquellas estratégicas, lo que fundamentalmente
viene dado por la relación con Argentina y Brasil en un proceso de inserción
del cono sur en la cuenca del pacífico.
Finalmente, Chile ha adoptado en
su política exterior una muy interesante forma de inserción internacional que
ha resuelto de manera muy eficaz los posibles conflictos o inconsistencias
entre los ejes de política definidos por los actores domésticos y las acciones
que se llevan a cabo en la arena internacional. Así se han podido complementar
diferentes acuerdos bilaterales o multilaterales y las participaciones diversas
en mecanismos de integración que, formalmente, pueden tener objetivos distintos,
pero que funcionalmente contribuyen a la concreción de los objetivos que tiene
el gobierno chileno en la arena internacional. Luego, Chile podría convertirse
en América Latina en un actor importante capaz de hacer confluir dos vertientes
de inserción económica y política en la cada más importante cuenca del hacia
pacífico, participando por un lado en la Alianza del Pacífico y APEC, pero
actuando como puente con Mercosur y permitiendo la complementariedad de los dos
bloques económicos dentro de América Latina y salvando así las dificultades que
existen para que en algún momento UNASUR y Mercosur converjan.
Referencias
Van Klaveren, A. (1997). América Latina : hacia un
regionalismo abierto. Estudios Internacionales, 62-78.
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