jueves, 12 de febrero de 2009

Adultos mayores y la realidad social chilena


Este artículo fue escrito en el marco del trabajo final para el curso "Política públicas para un país que envejece" de la XI Escuela Internacional de Verano de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
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El envejecimiento de la población chilena es un hecho que se ha evidenciado en los últimos años, en línea con la tendencia mundial y de forma mucho más acelerada de la forma en como ocurrió este proceso en los países industrializados. Cabe preguntarse, entonces, si acaso Chile está preparado para hacer frente al mayor número de ancianos que empezarán a demandar atención no solo en los sistemas de salud pública, sino que también se convertirán en un potente grupo social. 

El presente trabajo tiene por objetivo dar respuesta a la pregunta: ¿Está la sociedad chilena en línea con las políticas de estado orientadas hacia el adulto mayor? A partir de esta pregunta, surgen otras interrogantes ¿cuál es la realidad social chilena actual? ¿Qué marco valórico se ha tenido tradicionalmente hacia los ancianos? ¿Qué políticas se aplican desde el Estado hacia el adulto mayor? 

Para dar respuesta a todas estas preguntas el trabajo se dividirá en cuatro partes. En la primera parte se hará una revisión general del tema del envejecimiento con algunos datos que dejan de manifiesto esta situación en Chile; en la segunda parte se intentará dilucidar la situación actual de la sociedad chilena, las condiciones en las que vivimos y las instituciones sociales más importantes y tradicionales, por ejemplo, la familia; posteriormente se hará una revisión de algunas políticas públicas orientadas al grupo etáreo mayor de 60 años; finalmente se hará un análisis sistémico entre las aplicación de medidas desde el Estado y la sociedad chilena, de modo que se pueda dar respuesta a la pregunta principal del trabajo, haciendo también propuestas generales para hacer más efectiva la integración de los adultos mayores a la sociedad y la complementariedad entre los diferentes actores protagonistas de la vejez.

El envejecimiento en Chile: Una realidad ineludible

Chile es un país que va en camino hacia el envejecimiento. Los datos de los últimos censos muestran el aumento de la población mayor de 60 años. Lo anterior, en todo caso, va en línea con una situación general de la población mundial, tanto en países industrializados como en naciones subdesarrolladas de América Latina, África y Asia. En nuestra región la esperanza de vida al nacer ha aumentado en 9 años entre 1975 y el 2000, siendo la región en vías de desarrollo con la mayor esperanza de vida (INE:2002) 

Claro es que esta situación representa un gran desafío para una zona del mundo que aún mantiene estándares de vida más bajos que los países ya envejecidos del norte, capaces de hacer frente al gran número de gente mayor. La calidad de vida de los ancianos en los países del tercer mundo es considerablemente menor, debido a los problemas sanitarios, a la pobreza, la equidad, la situación social, la forma de trabajo y, en general, todos aquellos problemas propios de las naciones menos desarrolladas. 

En Chile la esperanza de vida al nacer entre 1975 y 2000 ha aumentado en 10,5 años, pasando de 67,2 años en el periodo 1975-80 a 77,7 años en el periodo 2000-05 (INA:2002). Las causas atribuibles a estas mejores recaen, en un nivel global, a las mejoras sociales y económicas que ha vivido el país, lo cual ha permitido aplicar una serie de políticas de salud pública orientadas a mejorar las expectativas de vidas generales de la población. 

En tanto, son las proyecciones para los años venideros las cuales dan muestra del desafío que tiene por delante la sociedad chilena para acoger a sus adultos mayores e integrarlos al engranaje social. Para el año 2050 se espera que la esperanza de vida sea de 85 años en las mujeres y 79 en los hombres (CEPAL:2002). En 2020, en tanto, la cantidad de personas mayores de 60 años será, según proyecciones del INE, de 3207729, representando un 17,3% de la población, en 1985 este grupo etáreo estaba compuesto por 1022416 personas representando solo el 8,5% de la población (INE:2002). 

Con estos datos se muestra como las personas adultas mayores representan cada vez más un importante segmento de la población, para los cual la sociedad en su conjunto se debe preparar. Es, por tanto, necesario que las políticas de Estado busquen incluir a todos los actores relevantes para tomar medidas integrales que mejoren la calidad de vida de los adultos mayores a la vez que apunten a su inserción dentro de la cada vez más moderna sociedad chilena. 

La sociedad chilena: En transición social

Varias son las teorías que buscan explicar los cambios que se van produciendo en la sociedad, reconociendo que el cambio es “ubicuo, normal e inevitable” (Moore:1966). Con una velocidad y contenido autopoiético, es decir, la misma sociedad le va imprimiendo la velocidad del cambio y el contenido de éste. 

La modernización, entendida esta como el paso de sociedades tradicionales a sociedades modernas, éstas últimas con tecnologías modernas y organización avanzadas. Dentro del proceso de modernización subyace la priorización de aquellos problemas más urgentes que se deben solucionar, de moda tal que se puedan alcanzar de forma más estratégica las características de sociedades más modernas. 

Este proceso, sin embargo, no solo es el catalizador de cambios económicos, tecnológicos y políticos. Visto desde un punto de vista holístico, los cambios que se producen fruto de la modernización van a modificar también instituciones sociales arraigadas dentro de una sociedad considerada tradicional. 

Wilbert Moore identifica varios puntos hacia los cuales se orienta el cambio dentro de un proceso de modernización, proceso a la vez que necesario para que la modernización se sustente a lo largo del tiempo: valorización diferentes del progreso y del desarrollo, creación de nuevas instituciones sociales, la adecuación de la organización fiscal a los cambios que la modernización presenta y la motivación general por obtener una calidad de vida mejor acompañada de la necesidad por alcanzar competencias necesarias para lograr esa mejoría. 

En base a lo anterior, es posible llegar a dos conclusiones parciales respecto a la situación chilena. En primer lugar, Chile transita por un proceso de modernización, se le ha dado solución a problemas urgentes con políticas sociales y de salud pública, tales como los programas de vacunación, de medicina preventiva; además de reducciones significativas de la pobreza y la indigencia. No obstante, Chile mantiene problemas que las sociedades modernas e industrializadas –de acuerdo a la definición de Moore- no poseen; los altos niveles de desigualdad en la distribución del ingreso, la calidad de la educación entre otros hacen que digamos que Chile está viviendo un proceso de modernización ya más complejo, donde se han superado las primeras etapas de urgencia y en el que es necesario generar programas de largo plazo para superar aquellos problemas que aparecen debido a la modernización acelerada. Entre estos problemas aparece la importante situación de los adultos mayores. 

Lo segundo, y en el contexto de este trabajo, el mismo proceso de modernización de la sociedad hace que cambie la visión hacia las personas mayores en una sociedad que valora mucho más el progreso y el desarrollo –por tanto la capacidad de producir de cada persona-. El adulto mayor pasa a ser visto como una persona menos productiva y pasiva; que no encaja con los nuevos paradigmas sociales y, por tanto, no puede serle útil al proceso de modernización. 

Ya mencionamos, en tanto, que el proceso de modernización no solo afecta al ámbito económico y tecnológico, sino que tiene amplías implicancias en el espectro netamente social con lo cual se produce un importante efecto en los adultos mayores y su calidad de vida. 

La familia ha sido, por lo general, el último lugar que da acogida a los adultos mayores, con características ampliadas, el abuelo se convertía en una especie de “Patriarca” del hogar donde vivían los hijos, los nietos, las nueras. Sin embargo, el proceso de modernización viene a diluir esa familia ampliada. Los lazos familiares relativamente extensos tienden a disminuir productos de la movilidad social y geográfica: los hijos emigran a la ciudad en busca de mejores oportunidades o de mudan del hogar producto de mejoras socioeconómicas, con lo cual las personas mayores se van quedando más solas. Las relaciones intrafamiliares también se ven afectadas debido a la individualidad que prolifera en las sociedades más modernas y surgen conflictos intergeneracionales entre padres e hijos; entre nietos y abuelos.

En consecuencia, la forma en como los mayores viven cambia profundamente. Primero, porque tradicionalmente las redes de un adulto mayor se encontraban puestas en su familia más cercana y con la reducción del tamaño familiar estas redes también se ven disminuidas y, además, surgen los conflictos intergeneracionales que dañan estas escasas redes. 

Por otra parte, los nuevos paradigmas sociales hacen que el anciano sea visto como una anomalía dentro de esta concepción de ideas, producto de su visión diferente de ver la vida, el trabajo y los valores, profundamente cambiados actualmente. Es decir, en términos de Kuhn, el paradigma social no puede explicar el comportamiento del adulto mayor y, por tanto, lo margina de éste. Lo ve como alguien incapaz de entrar dentro de los marcos axiológicos modernos y, por ende, la sociedad lo trata como un inferior, como un receptor de “la beneficencia y caridad en los últimos años” mas no como un ente social activo y capaz de aportar al desarrollo desde sus propios valores y experiencias.

La consecuencia de esto es el empeoramiento de la calidad de vida de los mayores. Se ven marginados de la sociedad, se toman decisiones que impactan en ellos pero no son considerados como parte activa dentro de esa política; se han perdido marcos de respeto hacia la autoridad que otrora representaba el pelo cano y los años, esa valoración se ha cambiado por la infantilización y un trato que menoscaba la dignidad de una persona mayor de 60 años. 

Nuestra sociedad carece de apreciaciones positivas hacia la vejez y el solo nombrar la palabra anciano trae consigo una serie de cargas negativas. Nadie quiere hacerse más viejo en una sociedad donde los viejos carecen del respecto necesario de acuerdo a sus años y son más bien rebajados. Receptores del desarrollo, pero no parte activa de este, entes pasivos en una sociedad, por definición, dinámica e individualista. 

La política pública hacia el adulto mayor: ¿Solo salud pública?

La concepción social del adulto mayor, analizada en el apartado anterior, es determinante también en la elaboración de algunas políticas públicas orientadas solamente hacia el sector de la salud, olvidando que los adultos mayores son personas integrales que merecen –más bien, deben recibir- una atención intersectorial para aumentar su calidad de vida general. En las siguientes líneas se presentan de manera breve algunos programas que maneja el Gobierno de Chile y algunas estrategias seguidas para hacer frente al envejecimiento de la población chilena. 

Uno de los avances más importantes en las estrategias que han adoptados los gobiernos llegó durante el mandato del Presidente Lagos con la creación del Servicio Nacional del Adulto Mayor, orientado a “garantizar y promover el conocimiento y ejercicio de los derechos de las personas mayores, fomentar su plena integración a la sociedad y articular un sistema de protección social por medio de la coordinación, implementación y evaluación de políticas, planes y programas específicos.”(SENAMA: 2009)

El SENAMA mantiene una serie de programas y convenios con otras reparticiones públicas de modo de poder cumplir cabalmente sus objetivos. El mayor avance en la creación de este servicio es sacar la visión de que el adulto mayor es un tema del cual solo debe encargarse el Ministerio de Salud, haciendo que sea visto desde una forma más integral. La falencia está dada en la coordinación del SENAMA con otras reparticiones públicas, pues hasta ahora solo mantiene un convenio con el MINVU para la construcción de viviendas sociales especiales para los adultos mayores y de establecimientos de larga estadía. 

Otra estrategia llevada es la creación de un comité de ministros para el adulto mayor, enfocado en la multisectorialidad del tema, orientando políticas transversales para el tratamiento del tema. Así como SENAMA, el comité de ministros se orienta a generar una inserción integral del adulto mayor en la sociedad por medio de la generación de planes y programas de índole multisectorial: salud, entorno, desarrollo y bienestar. 

Por su parte, el Ministerio de Salud mantiene programas en el área de la salud pública: PACAM, programa adulto mayor (aplicación de EFAM, capacitación de equipos APS en alzheimer y otras demencias, aumentar la coordinación con el Chile solidario), programa especial de postrados destinados a personas de cualquier edad, pero donde los adultos mayores postrados se ven altamente beneficiados, entre otros. 

Finalmente, vale mencionar la reforma previsional y la reforma de salud que incorporan mejoras importantes para el grupo de adultos mayores, incluyendo siete patologías de adultos mayores dentro del AUGE y mejorando, al menos en parte, la condición socioeconómica de los adultos mayores más vulnerables y, con eso, su calidad de vida general, pues la correlación entre el nivel de ingresos y los riesgos de perder funcionalidad en la tercera edad es muy importante. 

Las políticas públicas y la realidad social

Hasta este punto hemos visto dos variables que deberían trabajar unidas para hacer que la mejora de la calidad de vida de los adultos mayores sea realmente efectiva. Sin embargo, en base al diagnóstico que hemos hecho, encontramos que en vez de trabajar juntas y de manera complementaria cada una pareciera estar orientada hacia direcciones casi opuestas. 

Por una lado, la sociedad margina a los ancianos de sus dinámica productiva, los deja como receptores del asistencialismo del Estado, pero sin la colaboración fundamental de la familia y la comunidad en esta tarea o, cuando la familia dispone de las intenciones de integrar de forma activa al adulto mayor autovalente o entregarle los cuidados que la persona no valente requiere, muchas veces no se cuentan con los conocimientos o los recursos necesarios para llevar a cabo este cometido. 

En este sentido es necesario un análisis sistémico para ver que tan efectivas pueden ser las políticas que vienen de parte del estado cuando las instituciones y las redes sociales que rodean al adulto mayor resultan precarias. 

Si bien es cierto que el Estado, como ente constitucional garante del bien común, debe encabezar la implementación de programas dirigidos hacia las personas mayores, tampoco es menos cierto que en esta tarea se debe incorporar a las personas más cercanas para lograr un programa integral que ataque desde los tres frente el “asunto del envejecimiento”: la comunidad, con la generación de redes sociales adecuadas para que el anciano y anciana se sientan integrados a la sociedad; la familia, que tiene la responsabilidad primigenia de integrar a los adultos mayores del hogar dentro de las relaciones familiares y no relegarlos a un rincón de la casa como personas que ya no pueden ser un aporte; y, por último, el Estado, encargado de elaborar los programas necesarios en salud, vivienda, esparcimiento, entorno, desarrollo social, salud, calidad de vida, etc, en general, lo que podríamos llamar un enfoque biopsicosocial para el adulto mayor. De esta forma holístico-sistémica es posible enfrentar de una forma más positiva lo que implica la llegada a la ancianidad, quitando la carga negativa a la palabra vejez dentro de una sociedad cohesionada, respetuosa de sus mayores no solo como personas que aportaron en un pasado sino que también pueden aportar al desarrollo actual y futuro del país. 

En ese sentido existe una responsabilidad del Estado para incorporar la gobernanza y la horizontalidad de la elaboración de los programas, entendiendo que las personas mayores no son solo “receptores pasivos del asistencialismo del Estado” sino que se pueden ver integrados en la elaboración e implementación de las medidas que les afectaran.

La responsabilidad de la familia viene dada por la necesidad de cambiar el concepto de vejez y no verlos como la anomalía del paradigma social, sino muy por el contrario, incluirlos dentro de éste para que desde su perspectiva y su experiencia puedan hacer el necesario aporte al desarrollo no solo económico, sino que también social y cultural.

Finalmente, se hace fundamental un cambio personal en cada uno de nosotros para dejar de tratar a los ancianos como personas incapaces de hacer sus propias cosas y tomar sus propias decisiones. Terminar con la infatilización de ellos que implica rebajarlos y terminar quitándoles el respeto. 

Es cierto que estos cambios sociales y culturales llevan tiempo, pero al paso que vamos las personas mayores de 60 años se convertirán en un importante segmento económico y político, con los cual ya no podrán ser ignorados por el comercio y los partidos, quienes deberán diseñar necesariamente estrategias dirigidas a ganarse a los adultos mayores; probablemente ese sea el inicio de un cambio cultural más profundo enfocado a valorar de otra forma los “años dorados”. 

Conclusión

Todo parece indicar que el marco axiológico actual de la sociedad chilena no se encuentra alineado con la intención que tienen las políticas del Estado. No obstante, puede también ser directa responsabilidad del gobierno central al no incorporar a las personas en la elaboración de estas medidas y no comprometerlas con la ejecución y desarrollo de éstas. 

Es necesario hacer profundos cambios culturales y sociales para llevar a cabo la integración real de los adultos mayores al sistema social y lograr que las medidas que se elaboran desde el Estado sean eficaces en el cumplimiento de sus objetivos y no solo sean medidas asistencialistas llevadas a cabo sin la participación efectiva de todos los actores. 

Los paradigmas sociales no responden a la integración de las personas mayores, no obstante esto podría empezar a modificarse con estrategias comunicacionales que pueden bien venir desde el Estado, para la promoción de los programas que se ofrecen para los adultos mayores y enfrentar el eventual desconocimiento de éstos por parte de las personas; o se pueden generar desde el mundo privado, apuntando a los ancianos como personas económicamente activas. 

Lo más importante, en todo caso, es aumentar la responsabilidad de la sociedad en general con sus ancianos, generando cambios valóricos que pueden integrar las visiones y experiencias de las personas mayores. El mundo en general envejece y seguir sosteniendo los paradigmas que divinizan la juventud será, en algunos años más, un esfuerzo vano y casi discriminatorio con una porción importante de la población mundial. 

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