miércoles, 20 de enero de 2010

Comportamiento electoral: algunas ideas en torno a la elección en Chile.

Las últimas elecciones en nuestro país han dado origen a una serie de reacciones en torno al comportamiento de los electores. Los cambios en el número de votos de las coaliciones no han sido radicales al menos en las últimas tres elecciones y la concertación ha perdido apoyo progresivamente en favor de la alianza por Chile. Del mismo modo, el verdadero apoyo que tiene la concertación se debe medir en primera vuelta, ya que en la segunda vuelta casi la totalidad de los votos de la izquierda no concertacionista apoya al candidato de la concertación: Lagos, Bachelet y Frei.

Los votos también indican la existencia de dos coaliciones importantes que casi cristalizan un sistema bipartidista. La emergencia de Marco Enriquez-Ominami en la primera vuelta fue una señal de desencanto con las alianza y la concertación que desembocó en un voto por la opción MEO, pero que no se tradujo en una votación similar en las elecciones parlamentarias, donde no pudieron elegir ningún diputado. Es decir, mucha gente que votó por Marco en la primera vuelta, votó por algún candidato de la coalición por el cambio o la concertación en las elecciones parlamentarias. De hecho, de acuerdo a la votación histórica, el mayor daño que hizo Marco fue a la candidatura de Frei, pues respecto a la elección pasada -primera vuelta- la concertación perdió 1.137.177 votos, frente a los 319.776 que perdió la alianza por Chile. De los votos que perdió la concertación, un pequeño porcentaje podría haber pasado a la candidatura de Jorge Arrate, mientras que el resto se fue a la candidatura de Marco Enriquez-Ominami.

Un aspecto que fue relevante en la última elección tiene que ver con la redistribución de los votos. En segunda vuelta hubo 1.832.561 votos que se debían repartir entre los dos candidatos. La composición era la siguiente:


Podríamos suponer que los votos de Jorge Arrate pasaron casi en su totalidad a la candidatura de Eduardo Frei y de los votos de Marco Enriquez-Ominami, aproximadamente un 62,5% pasó al candidato oficialista, con lo cual creció 1.306.287. Mientras tanto, el crecimiento de Piñera fue más acotado, pero le bastó para alcanzar la mayoría absoluta, el 37,5% de los votos de Marco se fueron al candidato de la coalición por el cambio. Supondremos que los nuevos electores que participaron en la segunda vuelta se repartieron de manera normal entre ambos candidatos.

La opción de Marco fue particular pues se desmarcó de la concertación y de la alianza, presentándose como un candidato de una nueva alternativa independiente, sin embargo, la mayor votación que obtuvo provino de la concertación y casi la totalidad de ésta retorno a ella en la segunda vuelta. Si se comparan los resultados con los de la primera vuelta de 2005, se puede concluir que hay aproximadamente 300 mil electores que se mueven en torno a las dos grandes coaliciones políticas sin identificarse con ninguna y votan por una o por otra de acuerdo a lo que cada una le ofrezca. Pero hay que ahondar un poco más en este tema.

Es decir, de los votos que la concertación perdió entre las elecciones 2005-1v -2009-1v, 872.922 volvieron a la concertación y la candidatura de Sebastián Piñera obtuvo aproximandamente 200 mil votos más que los que perdió entre las últimas dos elección presidenciales-1v. En el caso de Frei, vamos a suponer que los votos de la izquierda se transmiten casi automáticamente a la candidatura del candidato de la concertación.

Veamos la experiencia de las elecciones anteriores. Ricardo Lagos ganó por 187 mil votos, Michelle Bachelet lo hizo por 486 mil votos. Es decir, Sebastian Piñera en la elección de segunda vuelta el 2005 no fue capaz de tomar todos los votos que habían conseguido en la primera vuelta junto con Lavín, pues en conjunto obtuvieron 192 mil votos más que Michelle Bachelet. Muy probablemente aún Piñera despertaba resquemores por su calidad de empresario multimillonario, lo cual llevó a muchos electores a inclinarse por Michelle Bachelet, algo muy distinto a lo que encarnaba Joaquín Lavín el año 99-2000. Otra posibilidad es que muchas personas de la UDI no vieran en Sebastián Piñera una opción confiable de gobierno y no votaran para esa elección, anularan o, en último caso, se inclinaran por la opción de Bachelet.

De lo anterior, es posible concluir dos cosas importantes. Primero, desde el año 99 se ha configurado en Chile un grupo de electores -entre 200 mil y 300 quizás, tal vez un poco más- apático con la política, no identificado con nadie y que evalúa los beneficios que cada una de las opciones le ofrece y vota en consecuencia. No implican votos de castigo o votos de agradecimiento para uno u otro sector político, sino que son votos individualistas y racionales, aquello que se llama votante mediano en economía política (ver: las elecciones presidenciales y el votante mediano). Estos votantes son capaces de definir la elección y si bien en el universo electoral representan una parte pequeña, su característica pendular los hace muy relevantes. No votan por ideología ni por cercanía política, lo hacen por conveniencia. En las últimas elecciones han sido ellos quienes han definido las elecciones y son ellos quienes le dieron el triunfo a Sebastián Piñera.

En segundo lugar, derivado de la idea anterior, está la consolidación clara de una competencia programática hacia el centro, debido a la características de ese elector, ninguna coalición política se radicalizará, ya que de hacerlo perdería los votos del votante mediano. De ahí que el gobierno de Sebastián Piñera no puede derechizarce ni acercase al ala más pinochetista y conservadora de la coalición por el cambio, debe satisfacer al votante mediano y cumplir las promesas que le hizo en su programa de gobierno, si hace lo contrario está hipotecando un eventual segundo periodo de su sector político en el palacio de La Moneda. De la misma forma, los gobierno socialistas de Lagos y Bachelet no se hicieron hacia la izquierda, pese al matiz socialdemócrata que se podría identificar en el último gobierno de la concertación.

En definitiva, en Chile hoy tenemos dos grandes grupos políticos que identifican a casi la totalidad de la población y que son realmente competitivos, es decir, tienen real opción de convertirse en gobierno. No obstante, los dos grupos dependen de votantes que no se identifican con ninguno y al cual deben conquistar para poder ocupar la presidencia. En el caso de las elecciones parlamentarias el asunto es mucho más marcado, ninguna coalición alcanza más del 50% de los votos.

El gráfico muestra los resultados de las elecciones presidenciales desde 1989 hasta hoy.

Una pequeña disgresión, en las segundas vueltas siempre ha votado más gente que en las primeras, pero la cantidad total de votos válidamente emitidos cae progresivamente elección tras elección, aunque cuando la cantidad de nulos y blancos se mantiene en un rango entre el 2% y el 3%. Creo que es un antecedente importante a la hora del voto voluntario.

Los datos han sido obtenidos de la página elecciones.gob.cl.

1 comentario:

ELSON BORQUEZ dijo...

Te felicito.. un muy buen analisis...
Desde España la optica es similar.. tanto para los propios españoles.. como para lo que piensan de Chile...

Me gustaria que tomaramos contacto para intercambiar informacion..
Saludos..