jueves, 18 de febrero de 2010

Divide et impera

Julio César, en los albores del imperio romano, mencionó esta frase que en mucho aspectos sigue siendo aplicada hasta hoy. La división de fuerzas casi siempre termina haciendo un daño profundo y deriva en que los adversarios o enemigos -depende del caso- obtengan la victoria. Bien lo sabe la concertación, la división en las últimas elecciones municipales hizo mella del conglomerado -aún- oficialista. Pero más notorio más notorio fue la división que ocurrió en la primera vuelta de la elección presidencial, con tres candidatos identificados con la centro izquierda y solo uno con la centro derecha y aunque no es la única causa de la derrota de la concertación, sí puede ser considerado, al menos, un factor que ayudó a que se perdiera el poder.

La particularidad de lo que sucedió en 2008 y 2009 es que la fuerzas que dividieron a la concertación vinieron desde el interior de la misma sin ningún -o casi ningún, talvez- elementos externos que llevara a los quiebres que se produjeron.

Hoy, con Sebastián Piñera como presidente electo y en plena conformación de los equipos ministeriales que se harán cargo de cada cartera ha estado en la palestra el llamado que desde la coalición por el cambio se ha hecho a personas de la concertación. El primero de ellos, para el ministerio de defensa, fue Jaime Ravinet y mañana, cuando se anuncien los subsecretarios, se dice que habrá más nombres que vienen del oficialismo: Blas Tomic, ex presidente del directorio de Metro S.A en la subsecretaría de transporte (bio bio). Gonzalo García, actual subsecretario de guerra y militante de la DC podría mantenerse en su cargo bajo la nueva administración (Emol).

¿Qué lectura nos merece esto? Para mi, personalmente, tiene dos lecturas. La primera es la oficial de Sebastián Piñera, aquella que se sustenta en un gobierno de unidad nacional, donde los mejores ocupen los altos cargos de la administración pública y, claro, esas personas de excelencia y comprometidas con el servicio público no solo se hallan en la coalición por el cambio, si no que también en las filas concertacionistas. No es un acto poco amistoso, sino todo lo contrario, como un reconocimiento a las cualidades y a la vocación de servicio público y también como un gesto del espíritu de unidad nacional que va a inspirar a nuestro gobierno, dijo ayer Piñera al anunciar que mañana se darían a conocer los nombres de los jefes de cada subsecretaría.

Pero la otra lectura que yo hago y que, incluso, me parece más plausible que la anterior es la idea de dividir a una concertación que aún está en ruinas lamiendo sus heridas y asegurar que, para el 2014 e incluso para el 2012, la base política de la próxima oposición se vea disminuida y sea mucho más complejo volver a ganar el poder. El tema es bastante sencillo -y maquiavélico, por lo demás- sacar personas de la concertación para generar conflictos entre los partidos, más que por el hecho en si mismo, por el simbolismo que representa un ministro o un subsecretario del actual oficialismo pase nuevamente a ser gobierno pero con la coalición que hoy es oposición. Además, con personas que vayan más allá del ámbito de la coalición por el cambio es posible, justamente, ampliar la base política de un gobierno que, en el congreso, tiene minoría.

La primera señal clara de esto fue el pacto, echado por tierra, entre la derecha, el PRI y el partido radical, que dejaba -y de hecho, dejó- sin posibilidad a la concertación para presidir la cámara baja en el próximo periodo y, además, le dio la mayoría absoluta a la coalición por el cambio al sumar a los diputados del PRI.

La DC, un partido tradicionalmente pendular en la política chilena, probablemente tenga un sector importante que desee volver al centro y pactar con el gobierno de Piñera. Esto lo saben bien en la coalición por el cambio y, por eso, no es coincidencia que en una cartera tan importante como defensa haya un ex DC o que los subsecretarios uno ser militante de la DC y el otro hijo de unos los próceres de la DC y cercano al PPD.

El gobierno de Piñera tiene la misión de construirse una base política solo un poco más amplia que permita darle gobernabilidad al gobierno y el país, aprobando leyes claves para que el programa de Sebastián Piñera pueda concretarse y, de esa forma, cimentar el camino para que en 2014 sea mucho más sencillo levantar una candidatura oficialista por parte de la coalición por el cambio que, a esas alturas, debería cambiar de nombre.

Piñera lo sabe y sus más cercanos también. Dividiendo a la concertación y acercándose a la DC y quizás al PPD podrá gobernar con éxito. Divide et impera, podría ser la consigna para esta serie de designaciones a los más altos cargos de la administración del Estado.

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