martes, 30 de noviembre de 2010

Cautela y desafíos frente al crecimiento económico de América Latina

El mundo ha visto una de las crisis económicas más graves del último siglo, cuyo parangón es la gran depresión de los años 30 que sumió a Estados Unidos en un profundo abismo del que solo pudo salir definitivamente con la reconversión industrial que la segunda guerra mundial produjo. Esta vez le desaceleración fue menos profunda pero aún no se tiene claro las perspectivas del crecimiento mundial para los próximos años, pero si hoy algo se tiene claro es que no se volverá (ni se debería volver) a un ciclo de expansión similar al que se dio antes de 2007, alimentado por el consumo y la especulación que fueron inflando una burbuja que estalló estrepitosamente hacia el tercer trimestre de 2008.

Pero la recuperación está siendo más lenta de lo que se podría haber esperado, sobre todo en los países desarrollados que están agregándole una cuota de cautela a la euforia con la que particularmente el gobierno de Chile ha venido presentando las cifras es recuperación económica. Es un hecho cierto que toda América Latina, salvo Venezuela, están creciendo a tasas considerablemente altas y que los esfuerzos que los países han emprendido para contener la inflación han venido a alimentar una círculo virtuoso (o vicioso) de crecimiento sustentado en el ingreso de capitales que buscan tasas de interés más rentables. Los países desarrollados, en su intento por mantener a flote sus economías y alejar el fantasma de la deflación han llevado a cabo millonarios planes de emisión de dinero y mantienen tasas de interés en mínimos históricos. Eso solo le agrega carbón a la locomotora de los desequilibrios globales. Hoy no hay duda en que son los emergentes los que están manteniendo en terrenos positivos las cifras de crecimiento del PIB global.

Brasil ya ha puesto controles al ingreso de capitales. El 10,75% de la tasa de interés brasileña, que tiene proyecciones de seguir subiendo por la inflación por sobre la meta del gobierno durante 2010 (Diario Financiero, 29/11) es un imán potente a las emisiones de dólares que está haciendo la reserva federal para impulsar la economía estadounidense; caso análogo ocurre en la Argentina, cuyo manejo económico, altas reservas, gestos políticos que muestran una manejo responsable de la deuda pública y el precio de la soja que sigue manteniéndose alto en los mercados internacionales (Clarín, 14/10) convierten a nuestro país vecino en un destino atractivo para el dinero de inversores ávidos de tasas de interés reales positivas.

En Chile las cosas no están siendo muy diferentes. Nuestro país, miembro de la OCDE y constantemente alabado por el manejo macroeconómico de los últimos años, ha visto caer el tipo de cambio debido al ingreso de capitales y alto precio del cobre. El gobierno, a la vez, se ha negado sistemáticamente a usar algún mecanismo para controlar el ingreso de capitales, inclinándose por otro tipo de herramientas que incluyen, por ejemplo, aumentar el límite de las AFP para invertir en el extranjero, de modo que puedan sacar capitales del país y apreciar el tipo de cambio. Hasta ahora el efecto ha sido limitado y el dólar se mantiene bajo pese a la recuperación que ha visto en las últimas semanas.

En este escenario vale la pena preguntarse si en América Latina estamos viviendo un ciclo virtuoso fruto de las buenas reformas hechas durante los años en que nuestra región era cuna de crisis globales o más bien estamos siendo víctimas de una locomotora sin control cuyo carbón son los numerosos dólares que vienen desde las emisiones de la FED. En este punto entra la responsabilidad de nuestros gobiernos.

América Latina sufrió, aunque en menor medida, los embates de la crisis económica de 2009 y eso sumado a coyunturas específicas –como las malas relaciones entre el agro y el gobierno argentino, las condiciones climáticas que generaron malas cosechas de soja, la dependencia de la economía mexicana a Estados Unidos, entre otras– produjo que el ciclo de crecimiento económico en todo los países al menos se desacelerara. Hubo profundas caídas en México y Venezuela, caídas más tenues en Chile y una baja de la tasa de crecimiento en Perú, Argentina y Brasil. Hoy en todos los países se está dando una recuperación de stock y, salvo Perú (El Comercio, 30/05), el crecimiento que se está originando no viene dado por reformas estructurales, sino por la recuperación de tendencias de crecimiento previas a la crisis que, más temprano que tarde, volverán a los ciclos normales en torno a los niveles tendenciales de PIB. El ingreso de capitales y las IED también hace su aporte.

Los gobiernos de la región tienen desafíos significativos si quieren mantener estos niveles de crecimiento del PIB por un ciclo más prolongado e internalizar los beneficios que el crecimiento bien administrado puede producir en la población. En Brasil la presidenta electa deberá hacerse cargo de problemas de infraestructura que le restan competitividad a su país; en Argentina es fundamental construir certidumbres políticas, sobretodo pues 2011 es año electoral y el manejo presupuestal del gobierno federal y de las provincias seguramente tendrá ciertas definiciones por los comicios, además hay que mejorar las relaciones entre el gobierno y los sectores productivos, particularmente el agro, y contener un ambiente creciente confrontacional en el mundo sindical.

Chile enfrenta desafíos similares a los brasileños. La productividad en nuestro país es baja y el desarrollo industrial es lento e insuficiente, eso hace que Chile siga dependiendo de servicios y commodities, sin aprovechar ventaja competitivas ni desarrollar una política industrial que fomente otros sectores económicos que también producirían empleos de mejorar calidad que ayudarían a elevar el nivel de vida de los chilenos. El actual ciclo económico no es sostenible durante todo el gobierno de Sebastián Piñera y ya las últimas estimaciones de crecimiento para 2010 están mostrando              las primeras señales de alarma: la minería se desaceleró notablemente y las estimaciones de crecimiento ya llegan a cifrar menores al 5,5% (La Tercera, 30/11)

El crecimiento económico resulta necesario para hacer crecer la riqueza de un país, empero, sin la acción del gobierno no es posible que el crecimiento se traduzca, de forma automática, en mayor bienestar para las personas, sobretodo si el crecimiento está siendo inducido por contextos globales pasajeros. Gran responsabilidad le cabe a las autoridades políticas de nuestro países internalizar los beneficios del crecimiento económico y hacerlo sostenible en el tiempo.

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