lunes, 30 de mayo de 2011

Un acercamiento crítico a las ideas de Linz sobre el presidencialismo a partir de Scott Mainwaring

La crítica que Juan Linz hace del presidencialismo parte de la premisa básica que indica que los regímenes que han tenido democracias más estables y duraderas estructuran su forma de gobierno en torno al parlamento y no en torno a la figura presidencial. A excepción de los Estados Unidos, gran parte del resto de los países que tienen un presidente han sufrido quiebres democráticos durante su historia política.

Incluso aquellos que se pueden considerar políticamente más estables, como Chile y Uruguay, que de acuerdo a lo señalado por Mainwaring (Lanzaro, 2001), habrían establecido democracias estables antes de los quiebres de 1973. Yendo incluso más allá, Sartori (2009) señala que el sistema de los Estados Unidos, paradigma del sistema presidencial, está diseñado para el inmovilismo del gobierno, pero que sin embargo es la voluntad de los actores políticos la que mitiga las desventajas del sistema y que cuando éste se exporta a otros países, como en el caso de los gobiernos latinoamericanos, el presidencialismo muestra todas sus debilidades, las que sin embargo han sido morigeradas en los países del sur gracias al aumento de las facultades presidenciales, lo cual en muchos casos ha llevado a consolidar sistemas hiperpresidencialistas.

Existen varios argumentos que Linz —y también Arturo Valenzuela— señala como las debilidades principales del presidencialismo y que han impedido que pueda consolidar gobiernos democráticos estables. La rigidez del periodo de gobierno, las posibilidades de bloqueo entre los poderes del Estado y que emanan de la doble legitimidad entre el Presidente de la República y el congreso, la falta de mecanismos institucionales que dificultan la resolución de los conflictos políticos dentro de los marcos normativos y también la baja propensión cooperativa. Todo lo anterior se deriva en las mayores probabilidades de derrumbarse que tienen los regímenes democráticos bajos formas de gobierno presidencialistas y que quedan plasmadas en una frase de Arturo Valenzuela: En los sistemas parlamentarios, las crisis son del gobierno y no del régimen.

Sin embargo, Mainwarnig introduce al análisis de los sistemas de gobierno el contexto en el cual funcionan, estudiando también las implicancias que tienen en la estabilidad democrática otros componentes del sistema político, como el sistema de partidos, el sistema electoral y otros elementos no tan presentes, como la disciplina partidaria.

Mainwaring detecta a partir de este análisis las implicancias negativas que tienen para la estabilidad democrática la presencia de un gobierno presidencial bajo un sistema multipartidista. Algo así como “la difícil combinación”. La tesis de Mainwaring (Chasquetti, 2001) se centra fundamentalmente en que en los sistemas presidencialistas con alta fragmentación y polarización, y por tanto menos proclives a la cooperación, son más vulnerables frente a los quiebres de régimen que aquellos que mantienen una mayor cohesión y menor fragmentación en el sistema de partidos.

Un problema que deriva de la difícil combinación y que durante muchos años vieron los presidentes latinoamericanos, es el gobierno de minoría. En el caso de Chile, desde la constitución de 1925 hasta el quiebre democrática de 1973, solamente Eduardo Frei Montalva (56,09%) y Juan Antonio Ríos (55,93%)  fueron elegidos con mayoría absoluta.

Esto lleva a que la tesis de Linz debe ser puesta en perspectiva con el sistema de partidos, habida cuenta que en la medida que se generen presidentes minoritarios la probabilidad de caer es mayor, sin embargo, en los sistemas parlamentarios los Jefes de gobierno que son elegidos en coaliciones o bien que gobiernan en minoría tienen también una probabilidad mayor de no poder sostener su gobierno durante todo el periodo que se estipula, llegando incluso al caso extremo de Israel con una alta inestabilidad gubernamental o al de la IV República francesa.

Así las cosas, los países que durante más tiempo pudieron sostener la democracia con sistemas presidenciales en América Latina son Uruguay, Costa Rica y Chile, siendo los dos primeros sistemas bipartidistas —En Uruguay el Frente Amplio de convierte en un actor relevante solo a fines de los 90— Chile entonces sería un caso particular que puede ser explicado a la luz de la configuración tripartita en un sistema de partidos relativamente institucionalizado que mantenía equilibrado los poderes entre los distintos actores de la arena política.

Ahora bien, no podemos dejar de lado el argumento que a nuestro juicio es el más significativo a la hora de evaluar los presidencialismos. Si bien es cierto que en sistemas presidenciales con bipartidismos institucionalizado y con un grado de disciplina partidaria significativa es posible constatar mayor estabilidad democrática, aunque queda pendiente el tema de los mecanismos institucionales para la resolución de conflictos políticos.

En los presidencialismos, desde el más paradigmático sistema estadounidense hasta los regímenes latinoamericanos, la única forma de remover al presidente de su cargo es mediante un juicio político —Impeachment— que es altamente dificultoso, nuevamente, en sistema que están fragmentados, debido a las lógicas de cooperación centrifugas que dificultan y limitan las políticas de alianza al interior de las cámaras bajas, usualmente las que deben resolver sobre la admisibilidad de las acusaciones al presidente de la República.

El otro camino que se puede seguir es la renuncia del primer mandatario. En varios países de América Latina frente a crisis políticas de gravedad y ante la dificultad de resolver el conflicto sin sacrificar el equilibrio de régimen, han renunciado. Algunos ejemplos son Alberto Fujimori, Fernando de la Rua, y Fernando Collor de Mello. En este contexto no siempre existe una línea de sucesión clara que cubra la acefalia presidencial.

A modo de conclusión, es necesario señalar que ni los argumentos de Linz ni los de Mainwaring son tan categóricos como pareciera y que normativamente no habría evidencia suficiente para señalar que uno de los dos sistemas es mejor otro. Esto deriva de la gran variedad de formas que ha adoptado el parlamentarismo en el mundo, desviándose del tradicional modelo Westminster  que impera en Inglaterra y en algunos otros países de la Commonwealth.

Asimismo, en los últimos años se han mostrado una creciente consolidación de las democracias presidencialistas de América Latina las cuales, pese a las rigidices del presidencialismo expresadas en varios conflictos políticos a lo largo de las década de los 90 y del 2000, no han hecho tambalear el sistema democrático, siendo, como dice Valenzuela, crisis de los gobiernos pero no del régimen.

Bibliografía

Chasquetti, D. (2001). Democracia, multipartidismo y coaliciones en América Latina: evaluando la difícil combinación. En J. L. (Ed), Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina (págs. 319-352). Buenos Aires: CLACSO.

Lanzaro, J. (2001). Tipos de presidencialismo y modos de gobierno en América Latina. En J. Lanzaro, Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina (págs. 15-40). Buenos Aires: CLACSO.

Sartori, G. (2009). Ingeniería constitucional comparada. Ciudad de México: Fondo de cultura económica.

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