martes, 31 de agosto de 2010

El contexto de la CASEN 2009: Ayudando a entender mejor el alza de la pobreza

Recomiendo revisar también columna de Kirsten Senhbruch en el blog de La Tercera aquí.

La encuesta CASEN, como toda encuesta de carácter transversal, se debe entender como una imagen de un momento determinado en el tiempo que si bien puede tener comparabilidad con otros estudios realizados de manera anterior o posterior, pierden sentido si no se analizan de acuerdo al contexto en la fue realizada, pues ese contexto determina las condiciones de los encuestados que son reflejadas en los resultados que el gobierno entregó hace algunas semanas.

Así, los resultados de la CASEN 2009 deben ser complementados necesariamente por el contexto temporal de la encuesta para poder comprenderlos de manera global, en caso contrario estaríamos viendo los resultados de manera parcial y, lo que es peor, mirando el fenómeno de la pobreza y la distribución del ingreso desde una óptica sesgada, lo que nos puede llevar a realizar juicios equivocados.

Dos cosas marcan el contexto de la CASEN 2009 que deben ser tomados en cuenta a la hora de comparar los resultados con las encuestas anteriores. El primero de ellos es la recesión económica del año 2009: el PIB cayó un 1,5% y el desempleo llegó en torno al 10%, mirando esos datos de forma agregada son graves y muestran la fase contractiva que vivió la economía chilena, sin embargo, son peores a la hora desagregarlos por quintil pues el desempleo no se distribuye de forma homogénea entre los distintos deciles de ingreso. De acuerdo a los datos entregados por el gobierno la tasa de desocupación de las personas pobres era de un 31,5% para el año 2009, frente al 7,9% de desocupación de las personas no pobres.

El segundo elemento es que durante el año 2009 se mantiene la tendencia alcista que los precios de los alimentos registraron a nivel mundial desde el segundo semestre de 2007. Sabido es que en los hábitos de consumo de los hogares más pobres los alimentos tienen un peso importante y que las alzas de estos bienes golpean, por tanto, de forma más dramática el ingreso de las personas de los deciles más bajos.

Esta alza queda reflejada en el valor de las canastas de bienes que determinan la línea de pobreza e indigencia. Mientras que en las encuestas entre 1990 y 2006 la línea de pobreza urbana, en pesos del año 2009, está siempre en torno a los 54 mil pesos, salvo en 1992 cuando llega al máximo de 57 mil pesos, el año 2009 la línea de pobreza se situó en $64.134. Lo análogo ocurre con la línea de la indigencia urbana, que entre 1990 y 2006 se mantiene en torno a los 27 mil pesos (en pesos de 2009), mientras que en 2009 el valor alcanzó los $32.067. Las líneas de pobreza e indigencia rural sufrieron también alzas considerables respecto de las mediciones anteriores.

El economista Eduardo Engel, en su conferencia en el Seminario sobre Pobreza y Desigualdad organizado por el Consorcio de Centros de Estudio de la Concertación nos ayuda a comprender el fenómeno y a corregir los datos para ver la tendencia de largo plazo en la pobreza más allá de la situación excepcional de 2009.

Dice Eduardo Engel que para corregir la tendencia de los alimentos a través de un ejercicio contrafactual son posibles dos soluciones. La primera de ellas cosiste en darle a la línea de la pobreza un valor de acuerdo a la tendencia que ha seguido en los últimos 20 años, para ver así cómo se habría comportado la pobreza si el valor de los alimentos se hubiese mantenido. Los resultados muestran que la pobreza habría caído a un 10,4% y la indigencia a un 2,7%.

El segundo ejercicio consiste en multiplicar por dos las canastas de bienes, en donde la primera refleja el valor de los alimentos y la segunda se lleva la carga de los otros bienes. Aunque es un ejercicio sencillo que debería ser perfeccionado para aplicarse en las siguientes CASEN –medir con dos canastas la pobreza, una para alimentos y otra para el resto de los bienes para aislar así efectos cíclicos- según el mismo Engel, la tendencia es la misma que en el primer ejercicio: la pobreza habría bajado a 12,5% de un 13,7% y la indigencia habría tenido una disminución mínima de un 0,1% (de 3,2% en 2006 a 3,1% en 2009).

En el caso del empleo hacer un ejercicio contrafactual es más complejo, pero de acuerdo a Eduardo Engel, un supuesto razonable aunque no ideal es que las personas que estaban desocupadas en 2009 en comparación a la encuesta de 2006 en el primer decil, en su totalidad estaban desempleadas por efecto de la recesión, mientras que en el segundo decil el 50% de la desocupación nueva respecto de 2006 se debía a la recesión. Así las cosas, la tendencia a la reducción de la pobreza habiendo aislado el efecto del ciclo económico en el empleo de los deciles más pobres, se mantiene a la baja.

La CASEN de 2009 se tomó por primera vez en año de recesión económica, por tanto tiene un contexto especial que debe ser evaluada. Lo anterior no quita que el instrumento de medición no sea perfectible o que queden importantes desafíos en cuanto a evaluación de políticas sociales o ampliación de la acción del sector público hacia políticas laborales, sin embargo, emitir juicios respecto de la pobreza y la indigencia sin tomar en consideración los datos planteados por Eduardo Engel es, cuando menos, descuidado.

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