domingo, 15 de agosto de 2010

Segregación, concentración y privatización del espacio público

Santiago es una ciudad altamente segregada, sabemos claramente aquellos lugares donde se ubican los estratos sociales con mayor poder adquisitivo y aquellos que reciben a las personas de menos recursos, ya sea por la construcción de viviendas sociales destinadas a personas radicadas en asentamientos irregulares –académico eufemismo para hablar de campamentos o poblaciones callampa- o porque han surgido a partir de la regularización de tomas de terrenos, con el emblemático caso de la población La Victoria, por ejemplo. Otras zonas de la ciudad han vivido un proceso de urbanización a medida que las personas con mayores recursos se han ido alejando del centro, buscando terrenos más grandes y densidades menores. El sector oriente con comunas como Las Condes o Vitacura, en un principio, pero ahora se han ido sumando otras zonas como Peñalolen, La Reina, Huechuraba y Colina, más allá del límite urbano de Santiago.

Una publicación del instituto de estudios urbanos de la Universidad Católica ha mostrado que la segregación en Santiago ha ido disminuyendo gracias a la consolidación de núcleos habitacionales de ingresos altos en comunas tradicionalmente de ingresos bajos. Así, Huechuraba ha pasado de tener solo un 0,9% de población ABC1 a tener, hoy, un 8,9%, crecimiento que se dio en 10 años. Pese a lo anterior, el caso de Huechuraba puede ser paradigmático para analizar este cambio, toda vez que dentro de la misma comuna existe una alta segregación, con zonas claramente identificables entre ingresos altos y bajos. Los más caros condominios están concentrados en torno a la calle Pedro Fontova y hacia el oriente de la ciudad empresarial, ambas zonas con conexiones directas a las vías principales de transporte: Vespucio Norte y el túnel San Cristóbal. Por lo tanto, no existe dentro de la comuna una integración social de grupos socioeconómicos diferentes ni tampoco espacios púbicos que permitan su confluencia e interacción. Son mundos apartes.

En Huechuraba son cerros, en otras comunas pueden ser rejas, muros o la simple indiferencia. Lo central es que no existen espacios públicos que permitan que la menor segregación detectada por la UC se traduzca en la generación de comunidad y mayor interacción entre grupos socioeconómicos diferentes que comparten la misma comuna. Debate presente hace algunos meses es el cierre de pasajes, que se da con mucha frecuencia y es señal patente de la privatización y pérdida de espacios públicos en la ciudad y la vida “hacia adentro” que se ha ido produciendo, pues los mismos conjuntos habitacionales que se mencionan en el estudio de la católica son, en su mayoría, cerrados.

Al mismo tiempo, hacia las comunas del poniente y surponiente de la ciudad, receptoras durante mucho tiempo de viviendas sociales sin la urbanización y la dotación adecuada de infraestructura, se vive un drama mayor, no hay espacios públicos ni siquiera para que compartan grupos socioeconómicos similares y se pueda generar identidad compartida dentro de las comunas o en la ciudad. El espacio público está concentrado en algunas comunas del sector oriente, relegado hacia aquellas zonas con municipalidades con mayores recursos o derechamente privatizado tras rejas o muros que separan los condominios del resto de la ciudad.

En ese marco, el que se reduzca la segregación es algo positivo, pero nos debe llevar a preguntarnos el tipo de ciudad que estamos construyendo más allá del hecho de tener conjuntos habitacionales de altos ingresos en comunas pobres, pues todas las grandes ciudades, en mayor o menor medida reflejan algún grado de segregación que a su vez puede ser un proxy de la desigualdad que hay en los países. Sin embargo, el problema se ve agravado en el caso de Santiago porque no hay espacios que hagan converger a grupos diferentes y permitan generar un sentido de identidad con la ciudad.

Estamos en el peor de los mundos, con una ciudad altamente segregada con comunas que bien podrían pasar por zonas de países desarrollados y otras que inconfundiblemente pertenecen a una ciudad latinoamericana, paralelamente existe una enorme brecha de ingresos entre los sectores más ricos y más pobres de la ciudad, teniendo a los primeros concentrados en unas pocas comunas del sector oriente y norte de la ciudad, y además son aquellas comunas las que tienen mejor desarrollada su infraestructura tanto pública como privada y han generado mayor capital social ¿por qué comunas como Cerrillos o Quinta Normal deben tolerar el paso de una autopista urbana descubierta por el medio de sus comunas mientras que en La Reina y Ñuñoa existen presiones de organizaciones de vecinos para que la continuación de la misma autopista se haga en túnel minero?
Irarrazaval con Américo Vespucio, límite de Ñuñoa y La Reina.

Finalmente y como guinda de la torta los espacios públicos que permiten a las personas hacer uso de la ciudad, generar algún sentimiento de pertenencia con ésta y reunir en la misma zona grupos diferentes que reflejen la diversa urbana y permitan su interacción. Hacia allá se debe avanzar con más plazas, áreas verdes, menos delincuencia, más personas en las calles y menos rejas. Pero paralelamente a eso hay que conseguir que el poder adquisitivo de las personas y la infraestructura urbana pública y privada no sea directamente proporcional a las cotas del terreno.

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