domingo, 8 de agosto de 2010

Mirando la elección presidencial de 2013

La reducción del periodo presidencial en 2005, que lo llevaron de 6 a 4 años, y el gran declive que han vivido los partidos políticos como forma institucional de representación en nuestro país, con la consiguiente personalización de las actividades políticas, ha provocado que las discusiones en torno a las elecciones presidenciales siguientes se adelanten y se inicien de forma muy prematura durante el gobierno.

Así, el gobierno de Sebastián Piñera está viviendo esa discusión en los primeros meses de su periodo. En El Mercurio de ayer 07 de agosto el Senador DC, Andrés Zaldívar, declaró que es “necesario y legítimo” que la DC tenga un candidato presidencial en las próximas elecciones de fines de 2013. En esa misma línea, Jovino Novoa indica en la edición del 08 de agosto de 2010 del diario La Tercera, “lo lógico” que es que el próximo candidato presidencial de la alianza sea de la UDI.

El mismo Presidente de la República no ha estado completamente ajeno a las declaraciones “presidencialistas” cuando en el Consejo Nacional de RN el 31 de julio, señalara que “en esta sala –por el salón de honor del congreso nacional- están sentados muchos y muchas futuros presidentes de Chile”.

Sin embargo, hay políticos que van por delante en esta prematura definición presidencial. Ya en dos ocasiones la concertación ha vivido la proyección del Presidente saliente para regresar a La Moneda en la próxima elección. En 2006 fue Lagos, quien se perfilaba como el más seguro sucesor de Michelle Bachelet y hoy es Michelle Bachelet quien se perfila como una carta casi segura para la elección de 2013 y para suceder a Sebastián Piñera. Lo anterior revela, por un lado, la poca confianza que existe en la generación de liderazgos potentes por parte de los partidos políticos, ya que las cartas iniciales se ponen sobre los ex presidentes que han tenido una alta popularidad, sin perjuicio a que el tiempo ha ido sincerando las aspiraciones presidenciales de otros políticos y generando un grado mayor de competencia electoral no siempre bien canalizada al interior de la concertación.

Al interior de la alianza la situación no es diferente y se han confiado en candidatos con alta popularidad. Joaquín Lavín fue candidato permanente durante todo el gobierno del Presidente Lagos, el buen resultado obtenido en las elecciones de 1999 le aseguraban un lugar en 2005 y muy pocos esperaban la irrupción de Sebastián Piñera que desbanca a Joaquín Lavín, pasa a segunda vuelta y así se asegura un cupo en las elecciones de 2009, con los resultados ya conocidos. La diferencia es que dentro de la alianza ha habido siempre menos competencia pre-electoral, aun cuando varios integrantes de la derecha manifiestan abiertamente sus aspiraciones presidenciales.

En este marco, pareciera que la contiende electoral está volviendo atrás y recuerda las elecciones de 2005 cuando Lavín y Bachelet se midieron en elecciones. Pareciera que ese es el escenario más plausible, por la confianza y total entrega que existe de la concertación hacia la ex Presidenta Bachelet y la imagen que ella proyecta en la opinión pública; y por los resultados de las últimas encuestas que ponen a Joaquín Lavín como el ministro mejor evaluado del gobierno de Piñera.

Es por esas definiciones presidenciales prematuras que las declaraciones de Andrés Zaldívar y de Jovino Novoa agregan algo de sabor a la temprana carrera presidencial, abriendo la necesidad de impulsar nuevos liderazgos de cara a una renovación no solo de rostros sino que también de discursos políticos y planteamientos programáticos.

Resulta sano para nuestra democracia que la elección de los candidatos se haga a través de primarias abiertas organizadas por el Servicio Electoral, tal como sucede en países con democracias más profundas y consolidadas, como Uruguay. La “encuestocracía” tan de moda en los últimos años ha ido socavando lentamente los canales institucionales de representación democrática, como los partidos políticos y las contiendas electorales. Y por eso, es necesario impulsar todos los liderazgos y sincerar las aspiraciones presidenciales de todos los sectores y que sean los electores quienes definan a quienes competirán. Tradicionalmente al interior de la concertación se ha hecho de esa manera, salvo en la última elección, donde las “primarias” que pusieron a Eduardo Frei como candidato quebraron con un mecanismo que no se usó con Michelle Bachelet pues ella quedó corriendo sola por la declinación de la candidatura de Soledad Alvear.

Por cierto, hay que tener en cuenta que falta que corra mucha agua bajo el puente. Las elecciones municipales de 2012 abren el camino para la medición de fuerzas electorales y permiten el surgimiento de liderazgos o la sucesión de personas que han estado en el medio local y que ya se han ido ganando lugares en el contexto nacional. Lo negativo sería que se jugara todo sobre Michelle Bachelet, pues en ese caso efectivamente su imponente liderazgo e imagen al interior de la concertación terminaría taponando la renovación por errores de los propios partidos políticos.

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