sábado, 11 de septiembre de 2010

Los sentimientos encontrados con la reelección presidencial inmediata

La reelección inmediata del presidente en nuestro país tuvo lugar únicamente en las primeras décadas de nuestra república, cuando el periodo presidencial duraba cinco años y se dieron los llamados por la historia “decenios” presidenciales, en el que hubo cuatro mandatarios que estuvieron durante una década en el poder valiéndose de la reelección inmediata por una vez y las evidentes falencias de la joven democracia que no cristalizaba del todo en el Chile decimonónico. De ahí los presidentes estuvieron 4, 5 o 6 años, dependiendo del momento histórico al que nos refiramos. La reelección fue desterrada del ordenamiento jurídico nacional para siempre.

Pero cada cierto tiempo surge la voz desde la academia o desde los políticos, para permitir la reelección presidencial, sobre todo ahora, que nuestra Constitución le da al periodo presidencial una duración de 4 años. Las razones que se arguyen para hacer la modificación son simples: Un gobierno de cuatro años no permite realizar políticas de mediano o largo plazo y obliga a los presidentes a mostrar resultados rápidos de sus políticas para así validarse y usar esos logros para impulsar una candidatura del mismo sector político.
La reelección efectivamente trae ciertas ventajas en la línea de permitir a los gobiernos proyectarse en un plazo mayor de tiempo, no obstante, tiene también desventajas evidentes que deben ser analizadas con cuidado.

En primer lugar, la idea de que le reelección inmediata puede solucionar el problema del cortoplacismo en las políticas públicas es un error, pues en sentido estricto el periodo seguirá durando cuatro años y los presidentes con mayor razón necesitarán mostrar resultados al término de esos cuatro años para poder optar a un segundo periodo. En todo caso, el incumbente podría apelar siempre a que para completar su programa necesita de cuatro años más. ¿Tendría el candidato que presentarse para un periodo de cuatro años o pensar, en la elaboración de su programa, en ocho años? Así tendríamos, al menos, cada ocho una elección que pasaría a ser más un acto de referéndum con el presidente actual, en el que los electores deben ver si lo eligen o no por un nuevo periodo en función de lo que ha hecho y de lo que propone.

En segundo lugar, la reelección inmediata pone a la cabeza del país al presidente que a la vez es candidato y que pasara los cuatro años de su periodo candidateándose para poder estar ocho años en el poder. Lo malo de esto llega cuando el candidato-presidente tiene además a su disposición el aparato estatal como arma de propaganda, haciendo uso de las instituciones del Estado para su propio beneficio político. Quienes estén a favor de la reelección dirán que esto ya se produce y que los presidentes en ejercicio hacen uso de su posición para intentar favorecer al candidato que va por su misma coalición y es cierto que puede ocurrir, sin embargo, con el candidato-presidente en el poder será el mismo, personalmente, quien se involucrará en la campaña permanente que significará el primer periodo, pudiendo incluso hacia finales de los cuatro años iniciales descuidar la jefatura de gobierno.

Lo anterior se soluciona, con o sin reelección, son instituciones regulatorias y de enforcement que impidan, dificulten o minimicen la actuación del oficialismo en la campaña presidencial, reduciéndola a la actuación esperable de una coalición política que desea mantenerse en el poder. Vale decir, los gobiernos no son neutrales, más allá de que deban gobernar para todos los chilenos tienen aspiraciones ciertas de seguir en el poder.

En tercer lugar, y particularmente en Chile, la experiencia que se tiene con las reelecciones en otros cargos puede ir augurando más o menos lo que podría acentuarse: un adormecimiento del sistema político, una atrofia del sistema de partidos que se confía en los líderes de turno que se van reeligiendo una y otra vez en su puestos, sin producir renovaciones necesarias desde las bases de los partidos. Quienes ocupan cargo de poder no desean dejarlos voluntariamente y, en la medida que puedan, seguirán reeligiéndose mientras no se limite esa posibilidad. Hay alcaldes, diputados y senadores incumbentes que llevan 18 o 20 años en sus cargos.

Un elemento benéfico de la reelección inmediata puede ser la continuidad de las políticas o la profundización de los programas, evitando quiebres cada cuatro años en conducción política del país, asumiendo que el candidato-presidente tiene mayores posibilidades de ser electo que otro candidato de la misma coalición, dado el nivel de personalización que viene registrando la actividad política en nuestro país. El ejemplo es cercano y lo tuvimos con Michelle Bachelet en la última elección, quien muy probablemente de haberse podido presentar habría resultado reelecta.

Pero cuando la democracia se va consolidando y las instituciones se asientan en la población, se va haciendo innecesaria la reelección para permitir continuidad y evitar quiebres programáticos importantes. Los países no se empiezan a construir de cero las políticas públicas deben ir siendo incrementales, trabajando en esos problemas que van quedando al margen de otras administraciones y, a lo más, puede ser indiferente a ciertas áreas. En Inglaterra, por ejemplo, el actual primer ministro conservador ha reducido el presupuesto de varios ministerios, en su afán por luchar contra el déficit fiscal, pero el presupuesto del sistema de salud púbica de Reino Unido no fue reducido, cambios profundos en ese sistema impactarían de manera importante en la vida de los ingleses. Más lejos en la historia está la actuación de Margaret Tatcher sobre el mismo sistema de salud.

Pero para que lo anterior sea efectivo y se reconozcan aquellos elementos que son transversales a la sociedad se requieren pactos sociales capaces de traducirse en pactos políticos de largo plazo para hacer cambios profundos allí donde es necesario y garantizar cierta estabilidad de esos cambios. La reelección inmediata puede ayudar, por los acentos que el presidente puede poner en ciertos elementos y por el control que le da a la agenda legislativa, pero aun así, se vuelve insuficiente. El presidente no gobierna solo y, reelecto o no, sí requiere de pactos políticos para hacer grandes cambios.

Por todo esto la reelección inmediata y por una sola vez del presidente de la república me provoca sensaciones encontradas, por un lado creo que puede ser útil, pero por otro se puede convertir en un elemento dañino para la profundización de la democracia en nuestro presidencialista sistema político. Y, de acuerdo a este somero análisis, pareciera que los costos de la reelección inmediata, en el contexto actual del sistema político en Chile, son mayores que sus beneficios.

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