sábado, 20 de noviembre de 2010

Yes, we can, but as far as possible

El American way of life  es probablemente uno de los valores más distintivos de los estadounidenses, engloba todo aquello que podemos ver en nuestros propios países del sur, grandes centros comerciales donde se puede comprar desde lo necesario para vivir hasta lo más superflu. Durante los años de la guerra fría se convirtió en el estandarte de la vida en occidente y en las postrimerías de los años 80, cuando ya el muro estaba al caer, se expandió rápidamente por las sociedades tradicionales de América Latina para convertirlas en sociedades “norteamericanizadas” que intentaban imitar el modelo estadounidense de vivir, que se refleja en nuestros hábitos de consumo, en nuestro individualismo y hasta en la configuración de nuestras ciudades. La caída de los socialismos reales y las reformas capitalistas en China e India solo han venido a impulsar el surgimiento de nuevo polos de vida norteamericanizada, bajo el mismo esquema y los mismos patrones.

Para la reciente crisis económica de 2009 demostró cómo esa forma de vivir se volvió insostenible. Después de  la desaceleración económica que se vivió en 2001, vino un periodo de bonanza y crecimiento económico alimentado fundamentalmente por el consumo, el que traspasó los límites de lo aceptable. El nivel de endeudamiento creció, se crearon todo tipo de productos financieros que permitían acceder rápidamente a dinero sin la necesidad que hubiera un esfuerzo productivo detrás. Era la euforia y parecía que nunca terminaría, algo parecido a los locos años 20 que precedieron a la gran depresión, con la diferencia que en los años 20 había una importante expansión industrial en los Estados Unidos, hoy la industria norteamericana ha decaído y es menos competitiva, particularmente en algunos sectores económicos, que la industria japonesa o china.

En todo ese contexto de recesión económica y del fin de la euforia consumista y crediticia que reventó la burbuja en la que se había sostenido el crecimiento de Estados Unidos durante gran parte de la década surge la imagen de Barack Obama. Thomas Friedman en su libro “Caliente, plana y abarrotada” señala que la elección de Obama fue un reconocimiento por parte del pueblo norteamericano a la pérdida de los valores más esenciales del modo de vida estadounidense y una vuelta a las raíces y a los rasgos que habían caracterizado a Washington.

Pero está claro que la tarea para Obama no ha sido sencilla, pues por una lado heredó una pesada mochila de excesos económicos que han vuelto a Estados Unidos dependiente de la emisión de deuda, la que ha sido comprada fundamentalmente por China (El Economista, 17-03-09) La mochila incluye una recesión económica que ha requerido cuantiosos paquetes de estímulo económico para evitar caer en una depresión, al más puro estilo keynesiano y siguiendo los pasos de otro demócrata, que por allá por los años 30 tuvo que reconstruir la economía estadounidense; dos guerras cuyo éxito y, más aún, cuya justificación es discutible y la reducción de impuestos (El País, 08/01/2003)  que disminuyó los ingresos tributarios del país, aumentando aún más los déficits y alimentando la euforia por el consumo al aumentar los ingresos disponibles de las personas.

Por otro lado Obama no ha tenido la suficiente capacidad política para instalar en la ciudadanía ni tampoco ha encontrado la disposición del pueblo norteamericano que lo respalde para emprender aquellas reformas que ha propuesto. Valdría preguntarse quién es el responsable, si acaso la incapacidad de Obama para superponerse a la oposición republicana o es que el pueblo norteamericano se ha cansado de esperar los cambios propuestos por una campaña que prometía un gobierno que sacaría al país del letargo y la crisis. Hoy el desempleo se mantiene en niveles elevados, pese a las disminuciones marginales que ha registrado, la economía sigue creciendo a un ritmo bajo tal que es incapaz de crear puestos de trabajo suficientes para absorber la fuerza laboral (Bloomberg, 03/10) y además la pobreza ha llegado a niveles históricos, un 14,3%, 44 millones de estadounidenses (La Tercera, 20/11).

¿Será acaso que las propuestas de Obama son demasiado rupturistas con el American Way of Life y que el sueño americano del ex senador por Illinois en realidad no es tan americano? Pese a que no es algo novedoso el golpe de Obama sufrió en las últimas elecciones legislativas, pues ya hay casos de presidentes que han perdido la mayoría legislativa en las elecciones de medio periodo, sí llama la atención la pérdida de popularidad y apoyos que sufre Obama y cómo propuestas de reforma que al otro lado del atlántico son comunes, en Estados Unidos despierta oposición. Es la forma de vida estadounidense la que se ve amenazada, pues Estados Unidos no es Europa.

De esta forma el Yes, we can que convocó en las elecciones de 2008 se empieza poco a poco a extinguir y a caer en las dinámicas políticas que condicionan el accionar de cualquier gobierno, para hoy ser algo así como un Yes, we can, but as far as possible. A partir de las elecciones recién pasadas el gobierno demócrata de la casa blanca deberá limitar el alcance de las reformas contenidas en el programa de Obama y sacrificar la eficacia y el cumplimiento de las promesas, por la gobernabilidad, para evitar caer así en una trampa política que transforme al gobierno en una maquinaria inoperante incapaz de dar ciertos pasos adelante. La negociación con los republicanos, quizás elemento necesario desde el principio del gobierno, hoy es fundamental, pero al mismo tiempo viene a dejar truncas reformas importantes planteadas durante la campaña y a desmoronar un sueño de cambio para los Estados Unidos que en algún despertó la expectación del mundo.

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