El día jueves de la semana pasada -13 de agosto- Manuel Zelaya se reunión con estadiantes de la Universidad de Chile en el aula magna de la Facultad de Economía y Negocios.
Creo que siempre es bueno ir puntualizando posiciones respecto a lo que sucede. Particularmente en Honduras donde hay que separar aguas en torno a dos temas que son muy delicados. Por un lado está la actuación de la derecha hondureña en conjunto con los altos mandos militares en lo que fue innegablemente un golpe de Estado a un gobierno constitucional y legítimo. Pero al otro lado se haya la gestión del presidente Zelaya mientras estuvo en el poder, lo cual es un tema que se debe analizar desde otra óptica, fundamentalmente porque podemos o no estar de acuerdo con la presidencia de Manuel Zelaya y la forma en cómo él hizo y pretendía hacer las cosas, pero el golpe de Estado es un hecho que trasciende a un gobierno y a una persona, es un acto que socava la democracia y rompe la política. Es el fin del Estado hobbesiano y la destrucción de las instituciones constituidas de forma legítima. Cuando se usa la fuerza para resolver los conflictos políticos llegamos al fin del Estado y de la política como medios válidos y legítimos para organizar la sociedad.
En Chile la historia es conocida, sabemos perfectame lo que implica un golpe de Estado y, más allá del apoyo que podía tener Salvador Allende, las fuerzas armadas no son nunca las llamadas a resolver los problemas políticos que aparecen en una sociedad. 17 años de dictadura y miles de personas muertas, desaparecidas o exiliadas del país. Y eso es solo una muestra, latinoamérica vivió bajo el yugo de las dictaduras militares durante años y no es eso lo que pensamos ni lo que queremos para el futuro.
Dictaduras de cualquier tipo son igual de nefastas. Al final, terminan por coartar la libertad de la persona humana para elegir el destino que prefiera dentro de un marco de respeto por la libertad del otro. El Estado de derecho.
Para quienes creemos que la democracia es la mejor -o la menos mala- forma de gobierno a la que puede aspirar el ser humano para la organización en sociedad, el camino correcto es profundizar los postulados democráticos dentro de las posibilidades que entrega la sociedad globalizada. Las actuaciones de Hugo Chávez en Venezuela atentan directamente contra eso, pues si bien contra Chávez no se puede aducir el hecho de haber llegado por la fuerza al poder, si se puede decir que ha atentado contra la oposición y contra la posibilidad de ésta por llegar también al poder. La democracia supone eso, la idea de la alternancia posible. Esos son los caminos negativos que llevan a que la democracia y la participación se debiliten en algunos países de nuestra región. La época de los caudillos quedó atrás. Es hora de los ciudadanos... porque siento que es anacrónico hablar "del pueblo".
En última instancia la idea de Zelaya de la cuarta urna es buena y lógica. Consultarle a las personas sobre lo que desea para los grandes temas del país es profundizar la democracia y legitimar aún más los planes y programas de un gobierno. Por tanto, es absolutamente innegable la actuación de élites que han vieron amenazados sus intereses por las ideas de Zelaya.
Finalmente, creo que es válido cuestionar nuestros sistemas políticos altamente jerarquizados y personalizados en una sola institución: el presidente de la república. Avanzar hacia sistemas semipresidenciales o parlamentarios es un camino altamente plausible para alcanzar mayores nivels de democracia y nuevas formas de canalizar los conflictos políticos entre los poderes del Estado, los cuales al final -de surgir- son resueltos por la misma ciudadanía respaldando o rechazando a al gobierno que cae. Parafraseando a un profesor: "en lso regímenes parlamentarios un gobierno cae y nadie se muere ni nadie llora".
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