El 28 de junio pasado se realizaron elecciones legislativa en Argentina, adelantadas por el gobierno Cristina Kirchner a la luz del peligro que podría significar realizar los comicios cuando las crisis financiera internacional golpeara más fuertemente a la nación trasandina, factor que podría haber significado una derrota aún más fuerte para el kirchenirismo.
Hace pocos días, en relación a lo mismo, se realizó la sesión preparatoria del congreso de la nación argentina, en lo que significó la más dura derrota política del matrimonio Kirchner, perdiendo la mayoría en casi todas las comisiones del congreso. En este escenario la oposición hizo valer su mayoría sumando "todas las minorías". No obstante, existe un debate respecto a qué tan sustentable resulta esta mayoría opositora y qué tan efectivo puede resultar el hecho que el oficialismo no controle a los congresistas.
Es así como hace aparición, por un lado, la esencia misma de la democracia en términos de consenso y dialogo; por otra parte surgen las debilidades de los sistemas presidencialistas latinoamericanos que dificultan la gobernabilidad y, finalmente, los errores de Néstor y de Cristina en sus trato con la oposición y en la implementación de sus programas amparados en la mayoría parlamentaria.
Veamos por parte, la democracia no supone la tiranía de la mayoría mediante la imposición de las ideas, supone más bien el dialogo y el entendimiento entre los actores políticos para conseguir el más óptimo de los resultados para todos los sectores. Siempre hay planes o ideas que son trascendentes para la nación completa y en los cuales es conveniente alcanzar un nivel tal que la pérdida de todos los sectores sea la menos posible, aplicando dilema del prisionero. Este es el gran desafío político que tiene por delante tanto la presidenta argentina como la oposición anti kirchenirista, poder entablar el dialogo y los consensos entre sí. Si el ejecutivo no tiene capacidad de negociación y bajo el supuesto que la oposición sea capaz de mantenerse cohesionada, el gobierno no podrá hacer nada y en la práctica gobernará el congreso. Además, si no existe dialogo entre los dos bloques políticos la presidenta podría hacer uso del veto presidencial y, en ese sentido, frenar al congreso. En definitiva, la carencia del dialogo y la negociación podrían llevar a la Argentina a una espiral de falta de gobernabilidad e inoperancia de los poderes.
Alicia Carrió parece entender bien esta idea de diálogo, en el diario La Nación de Buenos Aires declaró: "Hay que apostar a la institucionalidad, a los acuerdos y a que Cristina Kirchner no vete, por eso hay que buscar acuerdos parlamentarios también con el oficialismo (...) hoy lo más importante son los acuerdos parlamentarios". El camino para la gobernabilidad en Argentina es justamente ese, intentar alcanzar consensos y acuerdos. De lo contrario, el gobierno podría sufrir nuevas derrotas parlamentarias y la oposición verse acallada por el veto presidencial de Cristina.
Un tema más delicado y profundo que queda de manifiesto con situaciones como la argentina, es la debilidad democráticas de los sistemas presidenciales que hay en nuestra región. Cada proyecto de ley del gobierno o del congreso se convertirá en un extenuante proceso de negociación y se estará siempre bajo el riesgo de no alcanzar el acuerdo y caer en la falta de gobernabilidad. En un sistema parlamentario Cristina no podría haber seguido en la presidencia de la república y los diálogos y negociaciones para "hacer gobierno" se tendrían que haber dado al principio del periodo. La construcción de una coalición capaz de gobernar asegura, por un lado, la democracia, la participación de los sectores oficialistas la inclusión de la oposición a través de procesos de fiscalización constructiva bajo un sistema en el cual siempre la alternancia es posible, en cualquier momento. Bajo el sistema presidencial que tenemos todos los países de América Latina se corre siempre el riesgo de caer en espirales de ingobernabilidad e inoperancia, toda vez que es posible que el congreso y el gobierno no actúen de forma coherente y se ignoren mutuamente.
Finalmente, en el mismo contexto de diálogos y negociación, los Kirchner han caído en la soberbia del poder y eso errores les pueden costar muy caros, asumiendo que en el congreso la oposición sea capaz de reunir dos tercios del congreso para hacer frente al veto presidencial, el gobierno de Cristina se podría ver con las manos atadas y sin ninguna posibilidad de frenar el avance de la oposición que -justa o no- intentará frenar lo que el matrimonio presidencial ha hecho desde 2003: imponer su política haciendo uso de su mayoría.
En todo caso, hay que ver el comportamiento de todos los actores al interior del congreso argentino, pues la cohesión de la oposición al kirchenerismo no es un hecho seguro y el gobierno de Cristina podría seguir con su política y sus prácticas por errores al interior mismo de los partidos opositores.
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