A un año del gobierno de Sebastián Piñera, es necesario preguntarse si ha sido capaz de mantener la base de apoyo que le dio el triunfo el 17 de enero de 2010 y si acaso, frente a nuevas elecciones, podría alzarse como el triunfador un candidato de la coalición oficialista como continuador de la obra del actual presidente.
Históricamente, después del retorno a la democracia, la centro-derecha en el país tuvo en techo electoral en torno al 37% en las elecciones a diputados. Solo en dos ocasiones los votos que obtuvo la alianza por Chile superaron el 40%, la primera en las parlamentarias de 2001, probablemente gracias al impulso de la elección presidencial anterior liderado por Joaquín Lavín, donde la derecha alcanzó el 44,27% de las preferencias y se convirtió en el mejor rendimiento electoral de la alianza por Chile en 20 años de democracia en elecciones legislativas. La segunda en las parlamentarias de 2009 donde la alianza alcanzó un 43,35% de los electores.
En el mismo periodo la concertación no ha bajado de 44%·, siendo éste el resultado de las últimas parlamentarias y adicionalmente la coalición de centro izquierda estuvo siempre acompañada por el triunfo en las elecciones presidenciales y por notables resultados en las elecciones municipales. Toda esta dinámica electoral lleva a que se diga que en Chile la centroizquierda tiene una “mayoría social” o a que los valores progresistas de la concertación comulgan mejor con los valores de nuestra sociedad y que eso se refleja en los resultados electorales.
Esa idea se ve incluso avalada por conductas del propio gobierno. El concepto de “nueva derecha” que ha usado Rodrigo Hinzpeter y que no ha calado suficientemente hondo en el oficialismo apunta a una derecha que se renueva y empieza a sumar a sus banderas tradicionales otras que son propias del progresismo, como la defensa del medio ambiente y la protección social con una mirada diferente a la de la centro izquierda. Como lo señalaran Sergio Bitar y Jorge Insunza en El Mostrador (08 marzo) una derecha progresista. La reforma tributaria, obligada por el terremoto, la extensión del posnatal y la utilización de transferencias monetarias para solucionar la pobreza son aspectos que no han entrado en sintonía con el discurso de la derecha más ortodoxa y conservadora de nuestro país. Sin embargo, el ministro del interior en una entrevista que dio al diario La Tercera el 7 de noviembre señaló que la mayoría del gobierno es una mayoría electoral y no social, no obstante, la creación de esta nueva derecha ayudaría a ser una mayoría social.
¿Puede alguna coalición en nuestro país asentarse con la mayoría social? Si nos remitimos a las encuestas un gran sector de nuestra población se sienta apático a la concertación y a la coalición por el cambio, sin perjuicio a que un porcentaje mayor de ciudadanos se siente oficialista u opositor. En la última adimark un 27% de los encuestados aprueba el rol de la concertación pero un 42% se siente opositor, en tanto un 33% aprueba el comportamiento de la coalición por el cambio pero un 31% se siente identificado con el gobierno. Por tanto, ni la concertación ni la alianza son mayoría social desde este punto de vista.
Es posible también analizar el tema a partir de las elecciones presidenciales y las propuestas de nueva derecha. ¿Qué lleva a un 4% de los electores, algo así como 250 mil votantes, se muevan desde la concertación a la coalición por el cambio? Para indagar en una posible respuesta tenemos que remitirnos al funcionamiento del sistema de partidos en Chile.
En términos estrictos en Chile funciona un sistema multipartidista, en la cámara de diputados tenemos 8 partidos representados y si bien están agrupados en coaliciones, no siempre actúan de esa forma. El PRI, hoy aliado con la derecha en la testera de la cámara, tiene una capacidad chantaje y coalición significativa debido a que puede hacer variar las mayorías parlamentarias, cosa que no ocurre, por ejemplo, con el PC que tiene virtualmente nulas opciones de aliarse a la derecha y debe mantenerse alineado con la concertación o actuar de forma independiente, y allí se remitiría su relevancia en la cámara.
Sin embargo, cuando se acercan las elecciones el sistema de partidos empieza a actuar, presionado por el sistema electoral, como un sistema bipartidista. Los cupos para postular a escaños congresales se definen de modo tal que el compañero de lista no se convierta en un lastre para el candidato con más opciones de hacerse del escaño (generalmente el incumbente) y se hace un mayor esfuerzo en aquellos lugares con posibilidad de doblar a la otra lista y obtener los dos escaños, sin embargo, en la mayoría de los casos eso no ocurre.
Una característica del bipartidismo es que la competencia se vuelve centrípeta, es decir, tiende hacia el centro, los discursos más extremistas pierden fuerza frente a ideas moderadas. Esto, pues quienes están en la izquierda no tienen una alternativa electoralmente viable y le entregan sus votos a la coalición moderada de centro izquierda, situación análoga, al menos teóricamente, en la derecha. El punto es que al centro hay un grupo de electores que bien se puede identificar con la izquierda o con la derecha, actúan de manera pendular a la hora de votar. A diferencia de los electores de los extremos no temen comulgar con ambas grandes coaliciones al mismo tiempo y como son ellos quienes definen la elección también incentivan los lineamientos programáticos de los partidos políticos y las coaliciones.
Bajo esa lógica resulta natural que las ideas que recoge “la nueva derecha” y también aquellas ideas propias del progresismo actual tengan, entre varios de sus referentes, al partido conservador y laborista ingleses, respectivamente. Las ideas de conservadores no pueden acercarse mucho al neoliberalismo tatcherista de los 80 y los planteamientos del laborismo no pueden hacerle muchos guiños a las políticas socialdemócratas de la Europa continental o escandinava.
En Chile hemos visto claramente en las últimas elecciones como progresivamente el discurso de la concertación y de la alianza por Chile se ha ido acercando. La derecha buscó sacudirse de la imagen de la dictadura y para ello quien mejor que un candidato que ha repetido hasta el cansancio su voto por el NO en 1988 y ha levantado banderas propias de la concertación, como las políticas y la protección social. Esto demuestra, por un lado, que el discurso progresista que se instaló con fuerza desde el gobierno de Lagos y con mayor énfasis durante el gobierno de Michelle Bachelet sí tiene alojamiento en la sociedad, pero por otro lado, el triunfo de Piñera muestra que el discurso propio de la derecha también tiene llegada en la gente.
Es ahí donde cobra importancia ese votante centrista que valora temas de manera particular y no comulga ideológicamente con nadie. Este elector puede ser muy beneficiado con la protección social de la concertación peroto también sentirse inseguro en su población y querer que la derecha aplique la mano dura que tan pregona. Para evaluar el desempeño del gobierno en este primer año no solo hay que mirar el programa de gobierno y el nivel de cumplimiento de las promesas, sino que estudiar particularmente aquellos temas que la concertación fue incapaz de abordar e hicieron más sentido en el discurso programático de la coalición por el cambio.
En la misma línea argumentativa, el gobierno tiene una tarea más compleja pues no solo debe complacer a los electores históricos de la derecha, a los que según la última encuesta Adimark sí está, al menos en parte, satisfaciendo: particularmente en economía el gobierno es bien evaluado al igual que en empleo. Debe satisfacer también a los electores que, evaluando bien lo que hizo la concertación, buscaron un camino alternativo por temas puntuales y son esos elementos los que cobran fuerza. Es ahí donde temas como la delincuencia, el manejo del transporte público, la calidad de atención en salud, los temas medioambientales y la protección social se pueden convertir en flancos para el presidente. Los electores que le dieron su voto pensando en esos temas y no por el discurso tradicional de la derecha pueden volver a cambiarse pues no sienten un lazo político con la coalición gobernante, aunque tampoco con la oposición.
Por tanto, y a modo de conclusión, luego de un año de gobierno del presidente Piñera la base electoral no la tiene, ni por lejos, asegurada, ni siquiera se trata solo de mostrar buenos resultados, sino que se trata de no decepcionar en temas puntuales valorados por los votantes de centro. El 52% de enero es una cifra relativa, tras de sí esconde electores satisfechos con la concertación en varios temas y descontentos en otros, no son votos propios de la derecha, pero tampoco lo son de la concertación. Entonces ¿se ha mantenido la base de apoyo? A mi juicio no, el gobierno ha decepcionado en varios temas y las crisis al interior de la moneda o mal manejadas por el gabinete no han sido pocas y eso ha generado desencanto, decepción y desconfianza ,y básicamente porque los electores no siente una identificación política con el presidente sino solamente esperaban la solución de problemas específicos o la consolidación de otros, lo cual no se ha producido en el año que llevamos.
¿Se irá producir en lo queda de mandato? ¿Tendrá un giro este gobierno? ¿O los votantes desencantados hoy no ven alternativa posible entre un gobierno ineficaz y una oposición desordenada? El escenario es bastante complejo para el sistema político.
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