lunes, 19 de julio de 2010

Santiago: Gobernabilidad, gobenanza y problemas de la ciudad.

Santiago es una ciudad en constante expansión, ya sea hacia arriba o hacia lo extremos, la capital del país ha experimentado un proceso importante de crecimiento en los últimos años. Frente a esto, hay varias situaciones que dan lugar a una discusión sobre qué tan armónico y ordenado ha sido este crecimiento y qué proyecciones es posible hacer para los próximos años de modo de adelantarse a los hechos y poder generar políticas públicas ad hoc para enfrentar la expansión de Santiago.

Claramente, Santiago se ha desarrollado de una forma muy desigual en términos de servicios e infraestructura, aunque también lo ha hecho de manera muy desigual y es posible identificar en la ciudad comunas con muy pocas prestaciones y que son coincidentemente las de menores ingresos. Un tema importante es la configuración espacial de Santiago y la segregación de la población, lo que provoca el problema de servicios indicado más arriba.

Rodríguez y Winchester (2001) indican que en Santiago la población de mayores ingresos se encuentran concentrado en solamente seis comunas, y la diferencia entre índices de pobreza en la ciudad fluctúa entre un 1,6% en Ñuñoa, hasta un 29,6% en La Pintana. Así, la provisión de servicios, la calidad de las viviendas y el acceso a actividades culturales y recreativas es altamente dispar y está determinada de forma importante por  la comuna en la que se vive.

Al mismo tiempo, la ciudad ha sido víctima de un proceso de deterioro del espacio público. Las personas ya no ocupan la ciudad, sino que se han volcado hacia sus casas, con la consiguiente ocupación de espacios por parte de delincuentes y drogadictos, sobretodo en los sectores más pobres de la ciudad, los cuales son a la vez, los que con menos espacios públicos cuentan para realizar actividades en comunidad y esto se ve acentuado por la segregación socio-económico-espacial. Los integrantes de estratos sociales diferentes tiene muy pocos –por no decir ningún- espacio para interactuar (Rodríguez & Winchester, 2001) con lo que se generan ghettos de población con códigos y actitudes opuestas. El proceso es circular y en último término produce la pérdida de identidades colectiva con barrios, comunas y, en definitiva, con la ciudad.

Así las cosas, Santiago se convierte en un contraste permanente no solo entre los servicios e infraestructura de uno y otros barrios, sino que también en la conducta de los grupos sociales, la provisión y ocupación de espacios públicos y el acceso y uso de recursos que hacen los municipios a cargo de cada una de las comunas. Es evidente que aquellas comunas con una mejor posición socioeconómica son receptoras de la mayor cantidad de recursos por concepto de impuesto territorial y patentes –principales fuentes de ingresos de los municipios- y al mismo tiempo son más atractivas para los profesionales mejor calificados o bien son capaces de mantener plantas de profesionales con mayor dedicación para la elaboración de proyectos para financiación sectorial, FNDR e incluso financiamiento propio de la municipalidad, esto es, sin acudir al gobierno central.

Lo anterior genera y profundiza el ciclo de deterioro y abandono que sufren las comunas más pobres de la ciudad generando un desarrollo desordenado, desigual, segregado y carente de armonía y coordinación entre las partes. En suma, una ciudad que parece pegada en cada una de sus partes y que no demuestra sinergia en su desarrollo; que ha perdido el sentido de identidad colectivo y que profundiza los espirales de segregación, desigualdad y desarraigo y lleva al individualismo de sus habitantes.

Cabe la necesidad de buscar soluciones que responden a esos problemas que son de todos y que, en definitiva, no son de nadie. Sobrepasan la jurisdicción y la capacidad de gestión y financiera de las comunas, son demasiado pequeños como para concentrar la atención del gobierno regional y lo son más para el gobierno central. ¿Qué hacer entonces frente a esto? ¿Quién se hace cargo de dotar a toda la ciudad de infraestructura, servicios, áreas verdes, transporte adecuado? La creación de una autoridad metropolitana de transporte ha sido el primer y más importante asunto que ha puesto en la agenda el tema de un alcalde mayor, que esté a cargo de aquellas tareas que son necesarias para la ciudad en su conjunto y no solamente para una comuna o grupo de ellas.

Transantiago es paradigmático en este sentido. La gestión de un sistema de transportes metropolitano requiere de un ente coordinador que se encargue de la dotación del servicio a la ciudad. Ciertamente, dicha función no puede recaer en el ministerio de transportes que debe tener una visión nacional de las políticas del sector y tampoco le compete al gobierno regional. Obviamente, menos a las comunas por separado.

Hasta ahora Santiago se ve menos como ciudad y más como un conjunto de comunas y las políticas en ese sentido han ido generando y profundizando el problema de segregación al interior del área metropolitana. Es tiempo de ver a este grupo de comunas como un todo que funciona de manera sistémica e integral y generar las políticas tal que se desarrolle “la ciudad”. Ahora bien, este tema no solo es atingente para Santiago pues en Chile hay conurbaciones que están empezando a mostrar síntomas de los mismos problemas que hoy afectan a la capital (Concepción) y otras se encuentran en gestación (Temuco y Puerto Montt). Es necesario generar las instituciones para responder a este ritmo creciente de expansión urbana y mitigar los males de la gran ciudad latinoamericana.

Referencia

Rodríguez, A., & Winchester, L. (2001). Santiago de Chile. Metropolización, globalización y desigualdad. EURE (Santiago) vol.27, n.80, 121-139.


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