miércoles, 25 de agosto de 2010

«Demos krátos»

Luego de un duro diagnóstico de la calidad de la democracia, el presidente Sebastián Piñera ha anunciado una serie de reformas que tienden a “profundizar nuestra democracia”, durante un acto organizado para conmemorar los 25 años del acuerdo nacional que dio paso a la transición pacífica a la democracia. Sin embargo, al alero de ciertos planteamientos teóricos, resulta necesario ver cómo es nuestra democracia y, en general, la forma en la que se han configurado las democracias contemporáneas a la luz de la complejidad de la sociedad, los nuevos intereses, la ampliación de los derechos ciudadanos y, últimamente, la crisis de representatividad y legitimidad que viven varias instituciones altamente representativas de nuestras democracias, como los partidos políticos y el congreso.

Lo primero que se debe señalar en relación a la democracia es que los sistemas que existen actualmente en todo el mundo se alejan del modelo democrático ateniense, tanto por la inspiración griega de ekklesia, ágora y ciudadano. En cuanto a lo primero, la democracia de Atenas involucraba la participación de los ciudadanos en la discusión de los problemas públicos, propios de la polis, pero también permitía que los problemas privados se hicieran públicos en el ágora de la Polis. En cuanto a la noción de ciudadanos, primero en Atenas era limitada y se alejaba de los derechos e ideales que se tienen hoy respecto de la participación; pese a que también se tenía al ciudadano como un político, en el sentido de que participaba en el gobierno de la Polis. El que no lo hacía y se interesaba solo en sus asuntos privados era un idiota, en el sentido estricto del término.

Hoy estos principios parece o impracticables, en la medida que se ha ampliado de forma notable la concepción de ciudadano y por lo tanto resultaría bastante complejo llevar a cabo la democracia como la de Atenas en la mayoría de nuestros países. Pese a lo anterior, los principios inspiradores de la democracia siguen vivos y si bien hoy se han matizado con instituciones contemporáneas que buscan salvar la distancia que existe entre la Atenas griega y los actuales Estados democráticos, como los congresos, los partidos políticos y más desde sus orígenes las elecciones como mecanismo único para canalizar las preferencias de los ciudadanos.

Un segundo punto que creo relevante en una discusión sobre la democracia es el carácter pseudo divino que se le ha dado, sobre todo a los procesos electorales competitivos como reflejo de la democracia de un país. Eso ha llevado a dos escenarios, el primero es que los Estados occidentales ven a los países que no han adoptado la democracia como forma de gobierno como dictatoriales o autoritarios, despreciando así las tradiciones gubernamentales de esos países y elevando a la democracia occidental a un plano ideal. El segundo es que dado que el foco se centra en las actuaciones competitivas y electorales, se desprecia a los sistemas de partidos únicos pues allí no hay competencia electoral genuina, restando así valor a la representación que se puede hacer en el caso de los partidos comunistas en países como Cuba o China. Así, la democracia adquiere un valor importante en las sociedades que han fundado su desarrollo en principios democráticos, pero no en aquellas que no lo han hecho y que se han construido con mira hacia otros principios, caso de Cuba y de varios países orientales que desconocen la forma liberal de democracia y mantienen otro tipo de gobierno representativo o bien se gobiernan a través de métodos cultural y socialmente aceptados en esos países, como monarquías. Es así como la democracia cobra sentido en sociedades como la chilena o la uruguaya en donde las bases fundacionales del sistema político son democráticas.

En tercer lugar, hay que mencionar los argumentos de Robert Dhal, quien toma la democracia pura en su sentido griego y le da un carácter teórico y señala que las sociedades contemporáneas pueden aspirar a ciertos principios democráticos que pueden ser maximizados a través de la práctica política: soberanía popular, igualdad política o el establecimiento de gobierno no tiránicos. Dahl se inclina también por el juicio procedimental de la democracia, el que depende de ciertas condiciones en torno al proceso electoral.

Resulta útil preguntarse la calidad de la democracia en sentido normativo, cuando se pone énfasis en el proceso electoral y en la competencia entre partidos o facciones de partidos y, más todavía, en sociedades donde los partidos van perdiendo fuerza como mecanismo de representación e intermediación política y el Estado ha ido abandonando algunos aspectos de la vida social dejándola en manos del sector privado o bien en un espacio aún complejo de definir: la sociedad civil que frente al abandono del Estado se ha hecho cargo de algunos ámbitos de la vida organizada.

Por lo tanto, es necesario analizar si es posible profundizar la democracia a través de refuerzo de instituciones que van mostrando decadencia o bien generar nuevas instituciones de representación política en una sociedad en la parecen haberse reforzado mecanismos de participación democrática directa. Creo que la respuesta a esto no es excluyente y que si bien es necesario buscar mecanismos para revitalizar los partidos políticos, esto es, mejorando su institucionalidad desde el gobierno central y también los propios partidos deben buscar formas de reinventarse e insertarse en la nueva sociedad, más compleja y menos polarizada, también deben haber reformas que busquen reforma la participación ciudadana directa en los asuntos públicos, motivando la deliberación pública, la organización ciudadana la cooperación entre distintos actores sociales que no siempre son los partidos políticos. Los gobiernos locales podrían ser eventualmente el primer nivel de implementación de una democracia menos vertical y más participativa.

¿Es necesario pensar en democracia como competencia electoral y con una presencia de partidos políticos? Sí, es necesario pero no basta. Reforzar la institucionalidad de los partidos únicamente y mejorar la calidad de la competencia electoral sin tomar en cuenta los cambios de la sociedad y la necesidad de canalizar demandas de forma más directa al sistema político es pensar soluciones para el mañana pero con instituciones de ayer.

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