sábado, 28 de agosto de 2010

La Concertación en Chile y el Frente Amplio del Uruguay

La concertación es una de las coaliciones de partidos más exitosas del mundo en términos políticos, logró mantener el poder durante 20 años y las mayorías relativas en la cámara de diputados y el Senado, la última aún se mantiene. Si integración, desde el centro a la izquierda, es motivada por la necesidad de articular un movimiento político capaz de presentarle a la ciudadanía un proyecto programático para volver a la democracia, canalizando la mayoría de las fuerzas opositoras a la dictadura de Pinochet.

La concertación nace motivada por una situación puntual, por la necesidad de reconstruir la democracia en el país y si bien las fuerzas opositoras a Pinochet venían mostrando cierto dinamismo desde el año 80, cuando el ex presidente Frei Montalva llama a votar por NO a la Constitución de 1980, fue por el plebiscito que debieron unirse bajo un alero común: el arcoíris.

La Concertación aprendió a convivir en el poder y desarrolló una vocación de gobernante que superó la aspiración de poder político natural en todos los partidos. Se convirtió en la coalición dominante de los años 90 y, aunque ya con amenaza cierta de la alianza por Chile, lo siguió siendo durante la década siguiente y hasta hoy, fuera del poder ejecutivo, sigue manteniendo la relevancia de la oposición. Pero ¿cómo hacer oposición después de 20 años en el poder? Por cierto que hace 20 años se enfrentó el opuesto de esa misma pregunta… la misma que hoy enfrenta la Coalición por el cambio. Más allá de temas programáticos, hay aspectos políticos que se ganan o se aprenden solamente estando en el poder o fuera de él.

La comparación más cercana en América Latina para la Concertación es el Frente Amplio del Uruguay, pero hay que tomar en cuenta las evidentes diferencias entre ambas coaliciones. La más evidente tiene que ver con lo antes expresado. El Frente Amplio nace para canalizar un sentimiento latente de la sociedad uruguaya. El bipartidismo entre blancos y colorados dejaba una exclusión política importante y con el tiempo se habían ido desarrollando una “partidocracia de consensos” en la que ambos partidos, más que rivales políticos, eran dos caras de la misma moneda. El  bipartidismo le dio gobernabilidad al Uruguay, pero también impidió que el sistema de partidos se moviera en la misma dirección de la sociedad. Como alternativa surge el Frente Amplio y bajo su alero se ubica la izquierda uruguaya, los movimientos sindicales y sociales.

Pero el Frente Amplio no llega al poder de forma inmediata, más todavía, le toma bastante tiempo convertirse en un movimiento realmente competitivo y relevante en el sistemas de partidos uruguayo y más todavía hacerse con el poder. El Frente Amplio es fundado en 1971 y hacia fines de los 90 se hace inevitable el tránsito del FA hacia el poder.

La diferencia fundamental salta a la vista: Más de 30 años fuera del poder le permiten al FA desarrollar toda una estructura de representación y una identidad frenteamplista que iba más allá de la identidad de cada uno de los partidos y movimientos que componen el frente.  Cabe preguntarse si la concertación ha desarrollado esa identidad, yo creo que sí… pero la desarrolló estando en el poder, por lo que tiene un alcance menor.

El Frente Amplio aprendió que lo más importante no es alcanzar el poder, que el gobierno puede ser efímero en un contexto de largo plazo, que lo normal bien puede ser estar fuera del poder. Lo que se mantiene y le entrega la base de funcionamiento a la coalición y es allí donde se deben centrar los esfuerzos, alcanzar el poder puede ser una consecuencia de ello y mantenerlo también. A diferencia de la concertación, para quienes lo normal es gobernar, no vivieron siendo oposición en democracia.

Querer ser como el Frente Amplio no es solo abrirse hacia la izquierda y el centro siendo inclusivos, cosa muy necesaria de por sí en Chile con un multipartidismo relativamente estable y atrofiado bajo el sistema electoral binominal. Querer ser como el Frente Amplio necesita de construir una mística y un proyecto de futuro capaz de convocar voluntades en función de algo superior a la conquista del poder, natural en todos los partidos políticos, pero negativa cuando se convierte en el fin en sí mismo. No puede ser el poder… por el poder, sin más.

Entonces, es necesario que la concertación deje de vivir de las glorias pasadas, que es cierto que le dieron otra cara a Chile y que ayudaron a construir otra sociedad… la misma para la cual la práctica política de la concertación no es adecuada. Es hora de construir el futuro dejando la autocomplacencia de lo que se hizo, actualizar las relaciones sociales y reconstruir los lazos con la ciudadanía y los movimientos sociales, pues son ellos, más que el poder, los que le dan viabilidad a un proyecto político y a una apuesta electoral.

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