domingo, 3 de octubre de 2010

Crisis del sistema de Partidos en Chile: Síntomas en el Partido Radical

El diagnóstico actual sobre problemas de orgánica, gestión administrativa, financiamiento y trabajo territorial, es transversal a todos los partidos políticos que componen el sistema de partidos chileno. Razón que explica en gran medida la crisis que experimenta este sistema, aunque no solamente es una de sus causas, sino también su efecto, pues un sistema de partidos agotado conduce inevitablemente a un agotamiento de las estructuras y las formas de hacer gestión política a nivel de subsistemas. Sin embargo, esta situación de agotamiento se agudiza mucho más en el caso del Partido Radical.

En primer lugar, su poca capacidad de chantaje dentro de la concertación, debido a su escasa representación parlamentaria, le ha significado a los radicales ser desoídos y neutralizados por sus pares de coalición, siendo un ejemplo de ello la preeminencia que se le dio a la candidatura del DC Eduardo Frei en las pasadas elecciones presidenciales, aun contra las ventajas del presidente del PR, José Antonio Gómez, cuya imagen podía ser mucho más potenciada que la del poco popular Frei. Quizás habría bastado una buena campaña de difusión y la concertación hoy celebraría un nuevo presidente, evitándose el lloro y el crujir de dientes que sobrevino luego del triunfo de Piñera.

Triste es para la democracia y para el pluralismo que su esencia defiende que, bajo las reglas del juego del sistema binominal, los espacios y la significancia de los partidos políticos sean determinados en función de la representación parlamentaria que éstos consigan, pues bajo un sistema electoral que obliga la formación de alianzas, pactos y consensos para la sobrevivencia, claramente los grandes se harán más grandes y los chicos más chicos. Esta, la vileza más grande del sistema electoral chileno, no puede sino ser un eje a combatir por parte de los partidos políticos, antes que una pauta de acción que reproduzca en el sistema político sus injusticias. En esta orientación, lo que primero debiese hacerse es pensar una política de coalición estratégica, que considere además del peso electoral de cada partido político, las ventajas competitivas que éstos también poseen, es decir, pensar en lo que el partido puede ofrecer en términos de imagen, figuras, programa, empatía social, apreciación ciudadana, etc. Así, y mientras no se reemplace el “Vilnominal”, probablemente el partido radical podría fortalecerse ocupando los espacios que pudiera abrirse en función de sus ventajas.

En segundo lugar, el Partido Radical no dedica esfuerzos a formar políticamente a sus militantes. Así lo demuestran estudios sociológicos, como el señalado en el libro “Trayectoria y eficacia política de los militantes de las juventudes políticas” de Vicente Espinoza y Sebastián Madrid, donde se demuestra que el PR es, de todos los partidos políticos chilenos, el que destina menos horas a la formación política de sus jóvenes. Este flagelo ha dado origen a una de las problemáticas más graves para el radicalismo: la inexistencia de líderes con el perfil idóneo y con las competencias necesarias para llevar a los procesos electorales. Como resultado, el partido ha tenido que reclutar a políticos que abandonan otros partidos, o bien rostros televisivos que muchas veces poco o nada saben de su doctrina. Por la misma carencia de líderes con manejo político es que muchas veces los radicales nos avergonzamos cuando en determinadas localidades nuestro padrón indica –por ejemplo- que tenemos 20 militantes, y el candidato del partido saca inexplicablemente 3 votos. Esa misma carencia es la que hoy nos lleva a reflexionar sobre la tesis que plantea la desaparición del partido de aquí a 2 períodos electorales más, porque no hay sucesores para los actuales alcaldes, diputados y senadores.

Ahora bien, hay que pensar que para lograr un efectivo programa de formación política se requieren especialistas en la materia, recurso que en el PR es más escaso que en otros partidos, y además, se necesita financiamiento, otro recurso escaso si pensamos que la política de financiación de los partidos políticos actualmente se sujeta a la cuota que voluntariamente entregan sus militantes, y cuyo ingreso principal lo constituye el aporte de los parlamentarios electos. Si bien esto no justifica la despreocupación del PR por formar a sus jóvenes, pues debiese ser una prioridad en su gasto presupuestario, es sin embargo, una situación que alimenta el argumento de que los partidos políticos debieran contar con financiamiento estatal.

En síntesis, el Partido Radical es, de todos los partidos de la concertación, el más afectado por la crisis del sistema de partidos. La mala gestión de su dirigencia, la insuficiencia de su trabajo programático, la escasa participación de sus bases, sus problemas de orgánica y su desorden interno, no son más que síntomas profundizados por una enfermedad llamada “nimiedad político-electoral”, cuyo agente trasmisor no es otro que el perverso binominal.

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