jueves, 21 de octubre de 2010

La búsqueda de alternativas al desarrollo frustrado de América Latina

La situación social, económica y política de América Latina actualmente dista de forma significativa de lo que se vivía hace 10 años en la región, cuando el continente era cuna de importantes crisis sociales, políticas y financieras que se esparcían por el mundo. Vale recordar el efecto tequila que desencadenó la crisis financiera en México en 1994, el efecto caipiriña que surge con la devaluación del real brasileño a mediados de los 90 y el efecto tango que terminó en la peor crisis económica de la Argentina y el default de deuda pública más importante hasta la fecha el año 2001 y que terminó  también arrastrando al Uruguay a una crisis económica.

Pero si se revisa la situación de América Latina desde los años 80 hasta el 2004, se podrá encontrar una oleada de crisis económicas y sociales que recorrió el continente dejando tras de sí grandes costos sociales. Partiendo por Chile en 1982 y terminando con la crisis de Uruguay en 2002-2003, es necesario considerar los conflictos políticos y sociales en Bolivia que terminaron con el gobierno de Sánchez de Lozada; en Ecuador con la situación política durante el gobierno de Abdala Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez, que culmina con el triunfo electoral del actual presidente Rafael Correa; en Venezuela con el fin a los gobiernos de la tradicional élite política y la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999.

El cono sur no vivió un escenario diferente, a excepción de Chile, todos los países vivieron cambios políticos importantes. En Argentina llega al poder el justicialismo kirchnerista con un discurso mucho más cercano al del tradicional partido peronista; en Uruguay el bipartidismo empieza corroerse desde el regreso a la democracia en 1985 y el frente amplio amenaza seriamente las aspiraciones de Batlle que llega al poder gracias a la unión de blancos y colorados en la segunda vuelta en 1999, triunfando el Frente Amplio finalmente en 2004 con Tabaré Vazqués y obteniendo un segundo periodo en las elecciones de 2009 con Pepe Mujica. Paraguay vive un escenario similar con la presidencia de Fernando Lugo.

El fin de  la hegemonía priísta en México, el retorno de los sandinistas en Nicaragua con Daniel Ortega, la llegada al poder de Manuel Zelaya en Honduras, el triunfo de Lula da Silva en Brasil que lo lleva a convertirse en el primer presidente sindicalista y del PT en el gigante sudamericano, y también la llegada al poder de Evo Morales en Bolivia como primer presidente indígena.

Todo lo anterior se constituyen en muestras del giro político que se dio en América Latina, salvo Chile que transita por un camino de consolidación democrática constante desde 1990; Colombia que tiene características particulares debido a los problemas con la guerrilla y a las dificultades para controlar algunas partes del territorio por parte del Estado; y Perú que vivió su propia crisis con Alberto Fujimori, no obstante, ni Toledo ni García generaron grandes cambios políticos y programáticos desde la línea principal planteada en los 90.

No es casual que todas estas situaciones se den en todo los países a por lo menos 10 años de la instalación del modelo de desarrollo neoliberal sustentado en las ideas del consenso de Washington. ¿Qué lleva a los países a generar quiebres políticos importantes?

En algunos casos serán importantes crisis políticas que producirán rupturas en las tradicionales estructuras socio-políticas y en otros será una lenta evolución que desgastará las bases mismas de los (decimonónicos) sistemas políticos de la región. Pero la hipótesis central es que tras estas rupturas políticas radica el fracaso económico y social de concepciones de desarrollo nacidas fuera de la región y que dañaron profundamente a las sociedades latinoamericanas o bien entraron en una profunda inconsistencia con las estructuras culturales de la región, generando un agravamiento de las contradicciones sociales que históricamente se han dado en América Latina.

El achicamiento del Estado, la flexibilización de los mercados laborales y la ausencia de redes suficientes de protección social capaces de compensar las políticas de shock, que fundamentalmente tenían que ver con el recorte del gasto público y la privatización de empresas, lo que devino en desempleo y en una precarización constante de las condiciones sociales y del bienestar de la población, provocaron la articulación de movimientos sociales alternativos o grupos políticos que pudiesen representar a sectores sociales excluidos y/o marginados del crecimiento económico que no se tradujo en mayor bienestar durante los años 90.

En países donde la situación de exclusión ya era grave y los gobiernos se encontraban cooptados por élites políticas que no eran en ningún caso representativas de la población del país, como el caso de Bolivia o Ecuador; o en aquellos países cuya historia política ha estado caracterizada por inestabilidad gubernamental constante, como Venezuela o Argentina, hubo importantes crisis que provocaron el quiebre.

En los países con culturas democráticas un poco más asentadas, como Uruguay o Brasil, fue una evolución que lentamente fue consolidando grupos, movimientos o partidos políticos que se hicieron electoralmente más grandes hasta hacerse con el poder político, en algunos casos primero en el congreso o en distritos importantes, tal es la situación del Frente Amplio del Uruguay cuyo primer gran triunfo electoral fue ganar la intendencia de Montevideo.

En ese contexto, los triunfos electorales y el crecimiento político de aquellas alternativas a los tradicionales partidos podrían entenderse como una búsqueda de nuevas opciones que sean capaces de incluir a un porcentaje mayor de la población y buscar caminos diferentes para el desarrollo político, económico y social de los países de América Latina, aspectos siempre esquivos en nuestra región y, ciertamente, no es coincidencia que hoy la mayoría de los países de América Latina hayan mirado de lejos la crisis financiera de 2009 y se encuentren con expectativas de crecimiento y desarrollo importantes. Nuestro continente hoy se recupera de una tormenta gestada más allá de sus fronteras y resulta notable que las expectativas del continente que hasta hace 10 o 15 años generaba las crisis financieras mundiales sean hoy mejores que los países centrales altamente desarrollados. En realidad pareciera que, de verdad, América Latina ha logrado despegar.

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