sábado, 6 de noviembre de 2010

La herencia sindical de Perón en el justicialismo kirchnerista del siglo XXI

Desde inicios de su progreso económico –a mediados del siglo XIX- la Argentina se ha ido desarrollando bajo un paradigma social cuyo acento recae sobre el sujeto como articulador del cambio, y cuyo medio para conseguirlo no es otro que la asociación por la sindicalización. Esto ocurre –a diferencia de otros países latinoamericanos- prematuramente, cuando la Argentina comienza la transformación de su estructura económica en 1850, imponiéndose el capitalismo. El mercado a la vez demanda mano de obra en grandes cantidades, razón por la cual un flujo considerable de inmigrantes europeos se asienta en el país. Son estos los que introducen las ideas obreras que estaban desarrollándose en Europa por aquellos tiempos; ideas anarquistas y socialistas que impactaron en el espíritu de la sociedad trasandina, y que sin duda determinaron su visión de la política, el gobierno y la economía.

Producto de la estructura capitalista y la generación de desigualdades inherentes al modelo, comienza a organizarse en la Argentina una sociedad altamente sindicalizada, que ha logrado asumir el protagonismo de su historia nacional desde entonces hasta la actualidad, a partir de lo cual podemos inferir que la cultura política argentina es una derivada de su organización social.

Entendamos primero por movimiento social toda acción colectiva con alta participación de base que utiliza canales no institucionalizados y que, al mismo tiempo va elaborando sus demandas y encontrando formas de acción para expresarlas, constituyéndose en un sujeto colectivo, es decir, reconociéndose como grupo o categoría social[1]. Bajo esta noción, podemos señalar que el movimiento social preponderante en Argentina es la CGT, Confederación de Trabajadores que surge en 1930 y que históricamente ha logrado influir en los procesos políticos y sociales de la nación, mediante su rechazo o apoyo a los gobiernos de turno; a sus políticas y formas de liderazgo. Cabe preguntarse entonces, ¿Qué relación hay entre el movimiento social y el actual liderazgo político de Argentina? O más bien ¿Cuál es el vínculo entre la CGT y el oficialismo argentino?

Hay que considerar que el oficialismo en Argentina lo ocupa el partido justicialista, -continuador del partido peronista- cuyo estandarte ha sido, desde sus orígenes, la defensa de los trabajadores. Por otra parte, la Confederación General de Trabajadores (CGT) que surge a partir del movimiento obrero, como organización sindical en la que convergen posturas comunistas y socialistas, ha tenido durante su existencia numerosos quiebres y divisiones atingentes a los procesos económicos y políticos del país. Sin embargo, la historia da cuenta de su constante apego al peronismo y a las corrientes que dentro de él se configuran. Así podemos percibir que previo al surgimiento del peronismo, la CGT estaba dividida en dos. La CGT nº 1 agrupaba a los sindicatos socialistas, incluyendo a los ferroviarios; y la CGT nº 2 agrupaba a los comunistas, a la Confederación General de Empleados del Comercio, y a la Unión de Obreros Municipales; y no obstante dicha división, el golpe de Estado de 1943 volvió a reunir a estas dos facciones en apoyo a una misma causa: Las políticas de beneficio obrero implementadas por el entonces ministro del trabajo, Juan Domingo Perón.

Después de aquel acontecimiento que culminó con el encarcelamiento de Perón, la CGT unida se manifestó en la plaza de Mayo pidiendo su liberación, demanda que fue contestada por la masividad de la convocatoria, logrando finalmente que se llamara a elecciones libres y democráticas, en las que los sindicatos unidos forman el partido laborista, que junto a la Unión Cívica Radical Junta Renovadora y el partido independiente, llevan al triunfo a Perón en 1946 con un 85% de los votos. Posteriormente Perón fusiona estos partidos en el partido Peronista.

Pero este primer acercamiento de la CGT hacia el peronismo no será el último. En 1955 un nuevo golpe militar arremete contra la democracia argentina, derrocando a Perón y persiguiendo a toda organización sindical; aun así, la CGT comienza una resistencia en la clandestinidad bajo el afán de anular la proscripción del peronismo aunque fuese por la fuerza, y traer de regreso a Perón al país.

Más recientemente, posterior al golpe de Estado de 1976 que dividió nuevamente a la CGT, y luego de que Alfonsín dejara la presidencia, la Confederación General de Trabajadores resuelve apoyar a Carlos Menem en su candidatura presidencial, quien en un principio proponía reformas beneficiosas en términos económicos y sociales, sin embargo luego de su ascenso al poder, su agenda programática deviene en neoliberal, pues tendió a la promoción de los planteamientos del consenso de Washington. Esta situación movilizó a las distintas fuerzas sindicales que componían la CGT, produciéndose quiebres y conflictos a raíz de la forma en que Menem lideraba la Argentina bajo el estandarte del peronismo. Hubo un grupo de sindicalistas que apoyó las políticas neoliberales del gobierno (menemistas), otros que las apoyaban con reservas y otro sector que no entregó apoyos. De este grupo disidente emerge la CTA, como lo señala Petras[2] haciendo alusión a la influencia del movimiento social en la política.

Ahora bien, a partir de la revisión histórica convengamos en que la influencia de la CGT en el peronismo es evidente. En ese sentido, la relación entre movimiento social y política partidista es incuestionable, toda vez que el sindicalismo como movimiento social constituye una plataforma electoral para el acceso al poder. Asimismo los líderes políticos sujetan el ideario programático del partido político a las demandas de sus bases, en este caso, de la CGT. De modo que si bien el movimiento social no aspira llegar al poder político, ni mucho menos constituirse en un partido político, sí tiene la facultad de negociación y de ejercer presión para lograr que sus demandas sean instaladas en el ámbito político de toma de decisiones a cambio del apoyo electoral necesario que permitiría su consolidación.

Podemos cuestionarnos a partir de lo anterior si el peronismo surge a partir de la necesidad de representación de la CGT y si esa necesidad fue acogida fructíferamente por éste, o si la CGT no es más que un instrumento útil a los intereses políticos de las cúpulas sindicales a raíz de un pacto con las cúpulas partidarias peronistas, tesis que propugna Robert Michels en “La ley de hierro de la oligarquía”.

Esta pregunta es la base para responder cuál es el vínculo entre la CGT y el partido justicialista. Ya hemos hecho alusión reiteradamente a la relación histórica entre la CGT y el peronismo, concibiendo al movimiento sindical como la plataforma electoral que le dio el piso político a Perón y a sus continuadores, los justicialistas. Ahora preguntémonos por la naturaleza de dicho vínculo en función de su carácter meramente representativo o instrumental.

Si el vínculo entre el partido justicialista y la CGT fuese meramente representativo, el oficialismo actuaría como un garante de las demandas del movimiento social, asignándole a la CGT un rol activo y determinante en el diseño de las políticas económicas, cuidando no pasar a llevar los intereses de los trabajadores en el ejercicio de la función política. Como todo partido representativo del mundo sindical obrero, sería poseedor de un ideario izquierdista, no necesariamente en los términos marxistas revolucionarios, pero sí en términos de derechos y responsabilidades del Estado para con los trabajadores. Más allá de las nuevas demandas que pudiesen surgir a partir de otros sectores, que pudieran ser acogidas de igual forma por el justicialismo, si éste fuera el espacio político representativo de un movimiento, debería canalizar y responder a las peticiones de dicho movimiento.

Por el contrario, si el vínculo fuese nada más que instrumental, y la CGT fuera simplemente el nicho de votos necesarios para mantener a una oligarquía en el poder, a cambio de satisfacer ciertos requerimientos del movimiento social, el justicialismo tendría el perfil de un partido sin doctrina, sin ideario, sin un apego a ciertos principios. Su discurso político estaría orientado a dejar conforme a una mayoría, sobretodo a la mayoría que adhiere al movimiento, a cualquier precio y por cualquier medio, mas su práctica respondería a intereses personales o de castas, cuidando simplemente mantener a ras la efervescencia social que podría deslegitimar el gobierno.

Conforme a la revisión histórica del movimiento en la que se evidencia una relación constante con el peronismo, y a partir de estas dos miradas posibles respecto a la naturaleza del vínculo, podemos concluir que éste es representativo, pues la base ideológica y programática del justicialismo ha radicado desde siempre en la CGT. Son los trabajadores obreros el objetivo principal y la razón de ser del justicialismo, y al mismo tiempo, quienes adhieren a la CGT legitimando la relación que ésta mantiene con el partido político, probablemente lo hacen atendiendo a la lealtad que los actuales líderes del oficialismo han mantenido hacia los trabajadores y los sindicatos. Así lo corroboran las declaraciones recientes de Moyano (líder de la CGT) quien manifestara su apoyo a los Kirchner durante la celebración del día de la lealtad en Buenos Aires, señalando públicamente que durante dichos gobiernos el país nunca estuvo mejor.[3] Por otro lado, la relación instrumental que pudiese darse a razón del capital electoral que significa la CGT para el triunfo del justicialismo, no es más que una circunstancia lógica de un movimiento social que busca posicionar sus demandas en la agenda política, mas no podríamos hablar de servilismo y aprovechamiento de las cúpulas en beneficio propio, pues no logran percibirse intereses mezquinos a simple vista, sino lisa y llanamente un respaldo ciudadano en apoyo a gobernantes cuya gestión ha satisfecho las expectativas del electorado.

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[1] Calderón Gutiérrez F. (com) “Otros silencios, otras voces: el tiempo de la democratización en la Argentina”, Los movimientos sociales ante la crisis. Buenos Aires, UNU/CLACSO/IISUNAM, 1986. p18.
[2] Petras, James. “Los movimientos sociales en América Latina”, en América Latina: La Globalización o la Revolución. (apunte).
[3] Lanacion.com, 19 de octubre de 2010.

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