lunes, 1 de noviembre de 2010

Preparando el camino para gobernar un Brasil cambiado

El triunfo de Dilma Rousseff viene a ser la confirmación de algo que se venía esperando, al menos, desde junio. La evidente participación de Lula Da Silva en la campaña y el marcado discurso de continuidad le aseguraron a Dilma más del 56% de los votos. Los ocho años del gobierno de  Lula Da Silva produjeron un profundo cambio social y económico en Brasil, haciendo que finalmente se integrara de manera plena al conjunto de países emergentes –los BRIC- que, luego de la crisis de 2009, amenazan la hegemonía de los tradicionales países centrales.

En la última campaña presidencial se usaron de manera evidente y profusa esos recursos. El modelo de Lula será profundizado por Dilma. Si con Lula 30 millones de personas se sumaron a la clase media, con Dilma la pobreza extrema desaparecerá del país, si en 7 años la desigualdad se redujo, hoy se seguirá por esa senda. La cobertura en educación, salud y las políticas, en general, enfocadas a los más pobres,  han cambiado la forma de vida de millones de personas y han aumentado el nivel de bienestar.

¿Pero cómo se hace un gobierno para un Brasil que va cambiando? En Chile vivimos ese episodio muy bien. La concertación fue capaz de ir cambiando Chile en términos sociales, la clase media aumentó de forma significativa y con ellos las necesidades y aspiraciones de grupos importantes de la población. Esos cambios no fueron interpretados de forma adecuada por la coalición gobernante y se constituyeron así en una de las causas de la derrota de enero.

El PT en Brasil puede vivir una situación parecida y de eso surgen los principales desafíos que tiene Dilma. Uno de ellos es darle un sello propio a la administración para empezar a encarar el cambio en la sociedad brasileña que se produjo en el mandato de Lula y que ella continuará. Es necesario que a partir del 1 de enero se empiece a hablar del Brasil de Dilma Rousseff y no simplemente de una era “post Lula da Silva”. Para eso Dilma no solo debe consolidar el legado de Lula, sino que debe ampliarlo, crear su propio legado, así como lo hacían los emperadores incas, para que la historia no la recuerde solo como una continuadora.

La clase media, en ese sentido, se debe convertir en un punto de apoyo del nuevo gobierno, dado que todos los años se han venido sumando millones de personas a esta clase emergente y que, si pasa como en Chile, rápidamente se volverá aspiracional y los discursos del PT le sonarán obsoletos, prefiriendo así otras alternativas electorales, con discursos y programas más cercanos a sus nuevas necesidades.

Sacudirse de la sombra de Lula

Sacudirse de la imagen de Lula no será algo fácil y el mismo presidente saliente deberá contribuir a que su ungida pueda construir su propio gobierno, sin la percepción que se ha dado en otros países donde ha habido delfines: Rusia, Colombia o Argentina. Un alejamiento de la vida pública de Lula puede que sea algo casi imposible, dado el contexto en el que él abandona la presidencia, no obstante, emprender una carrera internacional, como lo hiciera Michelle Bachelet, le puede resultar sencillo. La actual posición de Brasil en el contexto mundial, el rol jugado entre los países BRIC y el indiscutible liderazgo en la región, todos puntos especialmente consolidados en los últimos ocho años, le dan a Lula una plataforma para aspirar a, por ejemplo, la secretaría general de Naciones Unidas (para la que Michelle Bachelet también ha sido mencionada) y de paso ayudar a su heredara a darle su propio sello a su mandato.

La construcción del nuevo gobierno tiene que mostrar no solo la continuidad del proyecto de Lula, pues intentar hacer cambios en ese sentido puede ser contraproducente, sino que también mostrar qué cosas nuevas añadirá. El eslogan de campaña no será suficiente si no se ve cómo Brasil sigue cambiando, más allá de seguir con las políticas de los últimos ocho años. En esto, Dilma tiene dos vetas que podría explorar de forma muy positiva, el primero es la instalación de una visión de género a la política social que se ha venido ejerciendo en Brasil, la preocupación por la mujer como parte fundamental del gobierno deviene en una valor agregado respecto a lo hecho por Lula, no porque Lula no haya hecho nada en favor de la mujer, sino porque con Dilma el mensaje es más potente.

El segundo elemento que Dilma podría explorar es su capacidad técnica y su personalidad más dura. El principal activo que permitió a Lula tener una popularidad superior al 80% en los últimos meses es su carisma, su cercanía a los estratos más pobres de la población y su carácter afable y empático, que ciertamente viene de la historia de vida del presidente Lula. Dilma es diferente, es más lejana a las clases trabajadoras, menos carismática y el nexo entre ella y la base electoral del PT fue Lula da Silva. Esa nueva forma podría ser utilizada para construir puentes entre las nuevas clases medias, que ya hoy se han convertido en un importantísimo actor electoral en Brasil, y que ayudaría a cimentar el futuro  electoral del PT. Al mismo tiempo, puede iniciar un proceso de modernización en Brasil, de cara sobre todo al mundial de 2014 y a los juegos olímpicos de 2016.

Por lo tanto, a la par de continuar el potente trabajo social de los últimos ocho años –pues Brasil sigue teniendo importantes cifras de pobreza extrema y desigualdad- siguiendo con las políticas de inclusión social y desarrollo humano, Dilma podría matizarlo con un diálogo fuerte con las clases medias, interpretando las nuevas necesidades de este sector social y actuando en consecuencia para mantenerlo cerca. En Brasil puede resultar particularmente sencillo que los electores cambien su preferencia. Y además, aplicando un impulso modernizador al país que permita sostener los actuales niveles de crecimiento económico para potenciar a Brasil entre los países BRIC y en el G-20.

El desafío para Dilma no es menor, toda vez que la continuidad es buena en determinados contextos, pues los cambios sociales que se van produciendo dada la aplicación de ciertas políticas públicas obligan a innovar y a generar nuevos cambios para satisfacer nuevas necesidades y aspiraciones y ese es cambio el que Dilma debe enfrentar, ya sin Lula.

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