lunes, 10 de enero de 2011

La interpelación en la medida de lo posible

La interpelación es una institución propia de los sistemas parlamentarios que fue introducida en Chile en la reforma constitucional del 2005 como una manera de atenuar el poder presidencial y entregarle mayor capacidad de control al congreso nacional. Sin embargo, su uso ha sido dispar y las veces que han ocurrido interpelaciones más que un cuestionario al ministro la conversación se ha transformado en una serie de acusaciones cruzadas entre el oficialismo y la oposición.

Adicionalmente no se trata de una institución de uso constante en la que los diputados quisieran conocer de forma regular el avance de las políticas públicas en los ministerios o el impacto de leyes aprobadas por los congresales. Esto lleva a que se genere una profusa expectación mediática en torno a la interpelación pues se desarrolla en contextos polémicos, vale recordar el caso de Yasna Provoste y el reciente con Magdalena Matte, que además incluyó una tribuna llena de personas “acarreadas” por los partidos a favor o en contra de la ministra.

En países con tradiciones parlamentarias existen varios mecanismos a través de los cuales los parlamentarios pueden monitorear la marcha del poder ejecutivo, uno de ellos es la interpelación, pero también las cuentas periódicas de ministerios ante la cámara política. En Alemania, por ejemplo, existe algo llamado la hora de preguntas, en las que semanalmente un ministro es interrogado por el parlamento. Es posible, además, que un 5% de los parlamentarios (el mínimo de parlamentarios para constituir una bancada) solicite a un ministro ir a la cámara política a dar cuenta del avance del ministerio o a responder preguntas. Se trata, por lo tanto, de una práctica periódica a interiorizada por los parlamentarios y por la opinión pública.

El intento que se ha hecho en Chile por “parlamentarizar” el sistema presidencial ha sido en la medida de lo posible sin incluir consecuencias sencillas a partir del propio mecanismo parlamentario. Es decir, la interpelación, institución parlamentaria, puede devenir en una acusación constitucional, propia de regímenes presidenciales, y que termina con la destitución, sanción administrativa que impide al funcionario destituido –un ministro, en este caso- ingresar a la administración pública por 5 años, aun cuando la responsabilidad del ministro puede ser eminentemente política y no administrativa, por lo tanto la destitución de convierte en una sanción exagerada.

De que Chile es un país altamente presidencial es un hecho casi incuestionable. El poder ejecutivo tiene amplio poder de intromisión en la agenda legislativa, manejando los tiempos máximos a través de las urgencias y además el congreso carece de mecanismos eficaces de control.  Las comisiones investigadoras de la cámara de diputados tienen un alcance limitado pues no acaban en sanciones a los involucrados, solo pueden arrojar una serie de antecedentes que más tarde se podrían usar por la Contraloría o por la justicia ordinaria y, además, con la carácter político que tienen los informes finales de las comisiones.

Entonces, ¿por dónde avanzar? La interpelación podría tomar un carácter más serio si la cámara pudiera remover a un ministro de forma más sencilla, no obstante, eso no deja de ser parte de una parlamentarización a medias que no responde al espíritu de una sistema parlamentario ni tampoco a la evolución política ni histórica que han tenidos los sistemas de gobierno en el viejo mundo. Sin embargo, no creo que sea adecuado eliminar la institución de nuestro ordenamiento jurídico, sino más bien perfeccionarla y convertirla en una herramienta periódica de control parlamentario, a diferencia de lo que ocurre hoy que es usada en situaciones muy puntuales y con una alta exposición mediática.

Asimismo, se debe tener en cuenta que la interpelación u otras formas de control parlamentario son necesarias para el buen ejercicio de la democracia. Hoy la figura se tiene presentada como una manera de sanción a la gestión pues la alianza, en su momento, y la concertación hoy las ha usado para cuestionar la labor ministerial y no para conocer la marcha de los ministerios y la implementación de políticas. Una práctica sana, por ejemplo, sería interpelar mensualmente a uno o dos ministros respecto a temas específicos considerados de interés públicos, de modo tal que la cámara de diputados esté constantemente informada de la actuación ministerial y se le vaya quitando el estrés que implica actualmente una interpelación cada mucho tiempo, dándole un carácter más periódico y de monitoreo. Ciertamente, ayudaría a construir mejor oposición desde la cámara de diputados.

Chile debería avanzar hacia un sistema menos presidencial, atenuando el poder del ejecutivo y construyendo prácticas políticas más equilibradas entre el presente o presidenta de la República y la Cámara de diputados. Perfeccionar la interpelación puede ser un primer paso pero posteriormente deberían venir otras instituciones que acerquen nuestro régimen a uno más consensual sin los vicios del presidencialismo latinoamericano.

No hay comentarios: