domingo, 2 de enero de 2011

El dilema de Mauricio Macri en un año electoral

Argentina ha entrado en un año electoral que está muy lejos de ser predecible y pareciera que guarda aún una serie de sorpresas que se irán mostrando durante 2011. Las próximas elecciones presidenciales son en octubre y hasta ahora pareciera que la candidata natural del oficialismo es Cristina Fernández, quien ha venido haciendo esfuerzos por mostrarse como una líder fuerte al interior del gobierno quitándole poder a funcionarios importantes durante la vida de Néstor o intentando poner al gobierno federal a la cabeza de problemas de carácter más local, como la inseguridad en la provincia de Buenos Aires o las tomas de terreno que han afectado a la Capital Federal.

En ambos espacios hay fuertes liderazgos que pueden llegar interponerse en el camino natural de Cristina a la reelección. En la ciudad de Buenos Aires, particularmente, la figura de Mauricio Macri, líder del PRO y jefe de gobierno de la ciudad, se ha alzado como una alternativa al peronismo e incluso se ha señalado en algunas oportunidades que es posible que busque aliados en el peronismo federal (Ballotage.cl 18/11) para ampliar su base electoral y que también es necesario que la oposición reconstruya ciertos consensos básicos para poder hacerle frente al oficialismo y sus aliados (La Nación 26/12)

Pero en el actual escenario, ¿una candidatura de Mauricio Macri es electoralmente viable? Es necesario revisar primero un par de particularidades del sistema político argentino para luego intentar responder esta pregunta.

Un primer elemento tiene que ver con el clivaje centro-periferia que en Argentina se manifiesta con más fuerza que en otros lugares. Por diversas razones Buenos Aires ha tenido una significativa preponderancia frente al interior del país y se ha mantenido una brecha entre la capital y las provincias y también entre las provincias. Esta situación ha sido cuna de caudillos que defienden los intereses provinciales frente a la hegemonía porteña y más de un conflicto interno recuerda la historia argentina debido a este quiebre entre el centro y la periferia. Cobra importancia, por tanto, la capacidad de los políticos de crecer ya sea hacia el interior del país desde Buenos Aires o desde alguna provincia hacia el resto del territorio. Y esto pues el alcance de las redes partidarias no es nacional, sino que se vale de bastiones electorales potentes desde los que se empieza a realizar trabajo territorial o bien tejer relaciones y alianzas con movimientos locales que hacen más fácil llegar al electorado. Las gobernaciones han sido formas que han elegido los partidos para fortalecer sus raíces en las provincias.

Lo segundo tiene que ver con la configuración del sistema de partidos argentino, pues siempre han sido dos los movimientos que han dominado el escenario y si bien es cierto desde fines de los 90, con el FREPASO, el PRO, la Coalición Cívica y otros movimientos, el bipartidismo ha tendido a resquebrajarse, la verdad muestra que durante el siglo XX el poder federal siempre se ha compartido entre peronistas y radicales (exceptuando, claramente, los periodos de dictaduras militares). Incluso cuando una fuerza distinta llega al poder en 1999 con la Alianza, el presidente De la Rua era radical y el vicepresidente, del FREPASO, se vio obligado a renunciar a su puesto. De ahí también la importancia de los espacios locales (gobernaciones, legislaturas) para que otras fuerzas políticas empiezan a crecer. Es el caso del PRO en Buenos Aires.

En consecuencia, ¿dónde están los flancos de la propuesta republicana de Mauricio Macri? No tanto en la estructura bipartidista del sistema de partidos argentino, pues si bien a nivel presidencial son dos los movimientos históricamente relevantes, a nivel de las gobernaciones provinciales y de las legislaturas de las provincias y la nacional sí es posible que entren otras fuerzas políticas, más todavía con el sistema electoral proporcional que tienen la Argentina.

El flanco, por tanto, está en la penetración que tiene Mauricio Macri en el resto del país. Su fuerza política y electoral se debilita a medida que viajamos desde la plaza de Mayo hacia la cordillera de Los Andes y empieza a pesar la capacidad que han  tenido los movimientos políticos tradicionales –el Peronismo y la UCR- para tejer redes entre las provincias, ya sea por su propio trabajo territorial o por las alianzas con los partidos locales de las provincias.

Se presenta en este punto un dilema para el líder del PRO. Mantenerse como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para un nuevo periodo puede resultarle relativamente sencillo, en las últimas legislativas quedó visto que el PRO está relativamente asentado en el electorado de la ciudad –Gabriela Michetti fue electa diputada nacional por la ciudad de Buenos Aires- y la mayor capacidad política del PRO está justamente en torno al delta del río de la Plata. La otra opción es ir a luchar por la presidencia de la Nación y poner a prueba la red que desde 2007 el PRO ha construido hacia el interior del país, débil en comparación con el peronismo o el radicalismo, y arriesgarse a perder la elección (un riesgo natural que cualquier candidato debe enfrentar) o bien, de ganar, gobernar sin una base política entre las provincias (entre gobernadores, diputados y senadores), elemento esencial para asegurar la gobernabilidad en el sistema político argentino.

Es posible que aún no sea el tiempo de Mauricio, pero sí el tiempo del PRO. Una candidatura presidencial en 2011 puede resultar aventurada e incluso arriesgada para aspiraciones futuras de Macri, sin embargo, es necesario que el PRO se instale políticamente en las provincias, llevando candidatos a diputados y a gobernadores y ganándolos, fortaleciendo así una red política y electoral que permita construir una base de gobernabilidad para un eventual futuro gobierno de Mauricio Macri.

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